�Nicolás Alberto Farías era un joven de 23 años que trabajaba como albañil, estaba casado, tenía un hijo de un año y su esposa estaba embarazada de 5 meses. Además, era miembro de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), a cargo de Rosa Evangelina Quiroga. Según relata Eloy Camus en su libro “Historia de víctimas de terrorismo de Estado”, el 17 de agosto de 1976, a las 3 de la mañana, irrumpió en la casa que compartía con sus suegros un grupo armado de integrantes de las fuerzas de seguridad que obligó a todos a tirarse al piso y les vendaron los ojos con los pañales del pequeño. Luego de preguntar por otra persona, llamada Gabriel de la Fuentes, se llevaron a Farías a la rastra, a pesar de que no intentó forcejear con sus captores. Esa fue la última vez que lo vieron con vida. Su esposa, Victoria Esperanza Ortiz, inició una larga búsqueda para determinar el paradero de su marido hasta que el 28 de agosto, en el RIM 22 le informaron que debía ir al Hospital Rawson. Allí se encontró con el cuerpo sin vida de Nicolás. Estaba barbudo, prácticamente irreconocible, con las puntas de los dedos y las uñas de color violáceo, y con un orificio de bala en la cabeza. Estaba vestido con un pantalón y un pullover que la mujer no pudo reconocer. Como respuesta, las autoridades militares emitieron un comunicado en el que consignaron que el joven Farías había muerto en un enfrentamiento con una patrulla militar camino a Zonda. Por versiones posteriores, la familia presume que después de ser detenido, fue torturado y asesinado en la vieja comisaría de Zonda.