La edad y la altura no concuerdan en la vida de Edwin Fernando Sánchez, un adolescente hondureño de 15 años que mide un poco más de dos metros, y además tiene problemas auditivos y para hablar, un cóctel que lo
está marginando de la sociedad. Sin saber las causas exactas del problema, su madre, Carmen Artola inició un periplo para que los médicos les den algún tipo de explicación mientras intenta evitar que su hijo siga creciendo.
A pesar de sus problemas, Edwin es un adolescente muy risueño. Días atrás, saludaba a todos los que se acercaban, mientras caminaba por los pasillos del Hospital Materno Infantil ante un montón de gente que se quedaba con la boca abierta. Imponente ante cualquiera de su edad, estiraba sus brazos y le faltaba poco para tocar el techo de la primera planta del centro asistencial donde concurrió en busca de ayuda.
Su adolescente rostro todavía delata su ingenuidad, mientras que apenas puede pronunciar ciertas palabras. Edwin es originario del municipio de San Francisco de Becerra, en Olancho y vive en el seno de una familia muy humilde con muchas dificultades.
"Él ha sido muy curioso y me dijeron los doctores que el problema de él no era por ser sordomudo, sino que era otro", manifiesta de manera ingenua la madre.
El hecho de ser diferente, fue un factor clave para que Edwin no haya podido asistir a una escuela como los demás niños, puesto que en el lugar donde vive no hay centros para menores con problemas especiales.
Su madre cuenta que ni siquiera encuentra talles para su hijo, y que tiene que llevarlo al sastre para que le haga ropa a medida.
Por momentos, Carmen se pone triste porque su hijo ha sido objeto de todo tipo de burlas, tanto de niños como adultos. "Se ríen de él. Hasta los adultos. La verdad de las cosas es que no hay una madre que quiera tener un hijo con problemas, pero a pesar de todo yo amo a mi hijo", expresa mientras reconoce sus carencias económicas.
En un breve contacto con la prensa en Tegucigalpa, Carmen contó de a poco su historia. El chico nació cuando ella tenía 28 años y admitió que se descuidó en buscarle asistencia médica porque es pobre, madre soltera y tiene otros tres hijos que atender.
Tratando de descifrar cuál es el problema que altera la vida del menor, que ayuda a su madre cortando leña y haciendo algunos mandados, le practicaron la semana pasada en la capital hondureña dos radiografías y están pendientes otros exámenes médicos con los que buscan determinar las causas de su anormal crecimiento.
Tras explicar que su hijo come normal, Carmen manifestó que se siente "angustiada" y que no quiere que su hijo siga creciendo exageradamente, porque dada su llamativa estatura es centro de burlas.
La mamá, cuya estatura es apenas regular, confesó que desde que estaba embarazada sentía "algo malo" en su vientre por el tamaño de su hijo, a quien un mes después de nacido llevó al médico y éste le dijo que el pequeño "tenía tensión nerviosa. No eran problemas ni de sordomudo ni mongolo", manifestó Artola antes de soltar el llanto en las gradas del hospital. "Los doctores que me atendieron me dijeron que si él nacía con vida, entonces yo moriría, pero como Dios es el único que sabe acá estamos", remató Carmen.
Artola explicó que los médicos le informaron que de seguir creciendo desmedidamente se le tendrá que aplicar una vacuna que evita el crecimiento y que sólo se puede conseguir en el extranjero.
