Las nuevas generaciones tienen incorporada la noción de virtualidad. Nacieron con escenarios saturados de controles remotos, teclados y pantallas. Si una generación está siempre separada de la que la antecede por una brecha de incomprensión más o menos profunda, el espacio que hoy separa a los chicos y adolescentes de los adultos, incluso de los más jóvenes, parece haberse convertido, en un abismo insalvable.

De un lado están los "nativos digitales”, nacidos en los 80 en Europa y en los Estados Unidos, y una década después en América latina, esos chicos que manejan el mouse antes de aprender a hablar; pueden estudiar, escuchar música y chatear al mismo tiempo, y hacen amistades que las sostienen y las rompen en Internet. Del otro lado, mirándolos desconcertados, están los denominados "inmigrantes digitales”, que consultan el manual de instrucciones para operar su computadora.

Corresponde a los adultos no tomar una posición de enfrentamiento, sino de comprensión, aunque sabiendo que hay que decir que no a determinadas cosas. Que los niños y adolescentes tengan una computadora, que sepan navegar y explorar todo lo positivo que trae la web es algo importante, pero debe haber una supervisión adulta en cada caso. Cada vez son más los padres a los que les preocupa lo que hacen sus hijos o los amigos de sus hijos adolescentes y que se denomina con una nueva y extraña palabra. Es que "sexting” significa exhibicionismo "online”. Nació de la conjunción de las palabras inglesas "sex” y "texting”: sexo y envío de textos, para referirse a una de las principales vías de difusión de imágenes, a través de celulares, que circulan por la web.

Según la consultora Ignis, de los casi diez millones de usuarios de redes sociales y blogs, la mitad son adolescentes de entre 12 y 18 años, de los cuales el 90% posee un teléfono celular o tiene acceso a él. Pero el dato que más inquieta es que el 36% de esos chicos y chicas reconoció haber subido a la red, o enviado por teléfono, fotos propias en poses provocativas. Según los expertos, las causas de este fenómeno van desde la desatención familiar hasta el mayor acceso a los medios tecnológicos, sin que los padres hagan un debido control de uso por parte de los chicos, que no poseen criterios para medir lo que implica subir a Internet, o enviar por celular, fotos o videos íntimos.

Control y seguimiento diario constituyen un binomio imprescindible de los adultos frente al fenómeno de la virtualidad.