A poco de salir de nuestra ciudad, la columna que va a liberar Coquimbo y La Serena encuentra su primer gran obstáculo: hay que cruzar el río San Juan, es el mes de enero de 1817 y como el invierno anterior ha sido muy nevador, en toda la cordillera el río está muy crecido. Todavía no hay ningún puente, para construirlos habrá que esperar todavía más de cien años, entonces se procedía a vadear el curso de agua, es decir cruzarlo por donde es más ancho y menos profundo, y desde siempre el lugar indicado es donde ahora termina la calle Salta y justo enfrente está Las Tapiecitas. Se progresa muy lentamente porque gran parte de la carga, como la pólvora y las armas, no soportan la humedad, por lo que hay que descargar las mulas, colocar los enseres delicados en balsas y de a poco ir superando el obstáculo, para después cargar nuevamente todo en los animales. Luego se produce el problema inverso: hasta Talacasto, que son dos días de marcha, no hay nada de agua, ni para los hombres ni para los animales y es pleno verano con temperaturas de más de 40 grados centígrados. A partir de las minas de Gualilán y hasta llegar a Chile ya no faltará el agua y tampoco el pasto; serán de mejor o peor calidad pero estarán presentes en todas las etapas restantes.

Desde que se cruzó el río varios se han ido sumando a la columna, gauchos de Albardón, mineros de Gualilán y, al llegar a Pismanta, la sorpresa para Juan Manuel Cabot es inmensa, porque allí lo están esperando paisanos de Iglesia y Jáchal y hasta pobladores de Huaco, anoticiados de que se transportan 200 fusiles suplementarios para ser distribuidos entre aquellos que deseen sumarse a la patriada. El inconveniente es que los voluntarios son por lo menos 400, todos quieren participar aunque tengan que marchar armados sólo de lanzas. Cabot sonríe por dentro y no deja de aceptarlos, se da cuenta que algunos pueden ser indisciplinados pero valerosos todos.

En Pismanta se permanecerá varios días porque hay que reorganizar completamente la columna, pues entre quienes salieron de San Juan y los que se alistaron en el camino, cuenta con 800 hombres, muchos más que los previstos originariamente. Es necesario aprovisionarse sobre todo de carne, para lo cual nada más sencillo que requisar el ganado necesario, pero el apego a la legalidad en las huestes sanmartinianas es tan grande que, desde Pismanta, Cabot va a escribir al gobernador José Ignacio de La Roza pidiéndole que ordene a los jueces pedaneos (hoy serían los jueces de Paz) que le suministren lo necesario. Un chasqui partirá inmediatamente para comunicar el pedido al gobernador, quien dará las órdenes respectivas, e inclusive Cabot tendrá tiempo para agradecerle por medio de esta carta:

"Se ha recibido la comunicación de Usted de 24 que condujo el Auditor y está muy bien que se hubiese dado orden a los pedaneos de Jáchal sobre el ganado, para que no trepiden, en que sea despachada la comisión como les tengo insinuados a los pedaneos. Quedo cierto de su actividad en el aparto de charque y galleta lo que moverá al comisionado Salcedo para que me alcancen con estos auxilios a la posible brevedad. Cuartel General en el Destacamento de Pismanta, y enero 27 de 1817."

También habrá que resolver problemas políticos muy delicados. Los patriotas chilenos estaban divididos en dos partidos políticos que respondían respectivamente al liderazgo de Bernardo O’Higgins y de José Miguel Carrera. San Martín había tomado partido por el primero y los carreristas perdieron la posibilidad de influir en el desarrollo de las actividades. Esto no fue entendido por todos y, en Pismanta, un grupo de chilenos trató de tomar la dirección de la columna. El intento fue muy pronto detectado por los responsables de la expedición y los insurrectos, detenidos y enviados presos a San Juan. Cabot deberá informar a San Martín, para lo que le escribe:

"He tenido por conveniente separar de la división de mi mando a 16 individuos emigrados chilenos porque ya intentaron interrumpir el orden y habiéndolos mandado a disposición del gobernador de San Juan lo comunico a vuestra excelencia para su superior conocimiento. Cuartel general de la división del norte, en el destacamento de Pismanta. 26 de enero de 1817".

No será ésta la última vez que Cabot debió escribir a San Martín, la próxima vez lo hará desde lo más profundo de la cordillera.