Su placer es celebrar misa allí donde la aventura lo haya llevado. En la cima de una montaña, acurrucado entre rocas por vientos huracanados que lo golpean, dentro de carpas, para muchos, para pocos o incluso para sí mismo. ‘Cruzar una cordillera o pedalear días enteros me encanta, me apasiona, pero podría vivir sin eso. Lo que nunca podría es dejar de ser cura’, confesó. Víctor Hugo Gallardo (50) es el sacerdote aventurero, un hombre que ya hizo cumbre en los picos más altos de Sudamérica e incluso también en el Himalaya, que ya cruzó caminando la cordillera de los Andes tres veces y que en bicicleta unió San Juan con La Quiaca y Ushuaia.
Y ahora, para engrosar su currículum de travesías, el párroco de Zonda prepara una de carácter bioceánico entre San Pablo (Brasil) y La Serena (Chile), en bicicleta; a la vez que volverá al Aconcagua, en el que hizo cumbre en 1994. ‘Lo que hice lo hice más por la providencia de Dios que por recursos propios. Por ejemplo, tras el viaje a Nepal, la aerolínea por la que viajé me regaló millas. Y entonces me fui como mochilero a Salto El Ángel, el más alto del mundo, en Venezuela. Apenas tenía 170 dólares en el bolsillo’, contó.
Gallardo fatigó las cumbres del Uno de Ansilta (6.200 msnm), del Mercedario (6.700), del Aconcagua (6.900), del Kalapatan (mirador del Everest, 5.400 msnm), y del Island Peake (en Nepal, 6.200), se aventuró por cuevas a 210 metros por debajo del mar en Brasil o caminó desde San Juan a Barreal, su pueblo natal. ‘Muchas de estas travesías las hice para celebrar aniversarios de mi sacerdocio, para agradecer esta bendición’, dijo el cura de eterna barbita, quien ya tiene 25 años como sacerdote.
Con monseñor Alfonso Delgado, Gallardo se entiende bien porque ambos son apasionados de las aventuras, pero a Di Stéfano le preocupaban mucho, recordó Víctor Hugo. Y vaya que tenía razón. ‘Hubo un par de veces que la gracia de Dios me salvó. Por ejemplo, en el cruce a Andacollo, en Chile, nos quedamos sin agua en medio de un desierto y nos rescató una camioneta. Aunque quizá lo más cerca de la muerte que estuve fue cuando uno de mis compañeros resbaló en un glaciar en Kalapatan, me arrastró y en medio de una caída desesperante le agarré el piquete y no sé cómo, lo clavé en el hielo. Quedamos ahí nomás del precipicio’, reveló.
Gallardo, en tanto, tiene una razón para disfrutar intensamente lo que hace. ‘Dormir a la intemperie, ver el cielo estrellado o atravesar una selva es disfrutar de la huella de Dios, que es su creación. Ahí está el gozo’, confesó.
