Cuando era niño, José Hermes Rosales (48) jugaba a que oficiaba misas en el patio de su casa en Bella Vista, Iglesia; y ya de grande en sus épocas de seminarista organizaba las procesiones para el día de Nuestra Señora de la Paz en la capillita que fue construida junto a la casa paterna, en un terreno que donaron los Rosales. Como sacerdote, cada 8 de diciembre comenzaba a caminar a las 3 de la mañana al templo de Concepción y son recordadas sus misas a la medianoche del 24 de diciembre para aquellos que pasan Navidad en soledad. Con esa intensidad, dijeron, vive José Rosales su sacerdocio y en parte de la comunidad del templo de la Medalla Milagrosa, en el barrio Bancario, la valoran. Pero este alejamiento, a su vez, es celebrado por otra parte de la feligresía, la que habla de un cura demasiado exigente, con poco carisma y llegada a la gente. La personalidad de Rosales, por estos días, divide aguas en ese barrio luego de que el Arzobispado sacó al cura de su cargo como representante legal del colegio parroquial y Rosales, por decisión propia y acusando a monseñor Delgado de maltrato, dijo que ya no será más el párroco del templo y dejó sus importantes cargos en la diócesis.
Es que Rosales es considerado un intelectual y tiene apego por el estudio, especialmente el vinculado a la regulación jurídica de la Iglesia Católica. De hecho es licenciado en Derecho Canónico y estudió tres años en el Vaticano. Además, integra el Tribunal Eclesiástico Interdiocesano de Cuyo, es profesor en el Seminario, vicecanciller de la Arquidiócesis y Juez Delegado en el comité que evaluó un posible milagro del cura Brochero en San Juan.
José Rosales nació en Jáchal pero se crió en Iglesia y desde chico sentía la necesidad de estar vinculado a la religión. A los 5 años ya sabía leer y escribir, por lo que siempre fue un adelantado en la escuela. La secundaria la hizo en Jáchal y la completó en el Colegio Pablo Cabrera. Luego empezó el seminario en Santa Fe, pero lo dejó años después y volvió a San Juan para ser maestro de grado en el Colegio San José. Durante mucho tiempo fue docente, pero nuevamente sintió que debía consagrar su vida a Dios y retomó los estudios para ser sacerdote, pero en La Plata. Volvió a la provincia como sacerdote y tuvo varios destinos.
Coyo, como le dicen, es hincha de Boca, le gusta el fútbol y el pastel de papas.
El sacerdote, afirmaron, tiene una personalidad que inspira respeto, a la vez que le gustan las cosas sin medias tintas, o blanco o negro. Exige honrar todos los momentos de las celebraciones e incontables veces detuvo sus homilías para quedarse callado y esperar que los fieles dejaran de conversar; para algunos es soberbio. Como seguidor de las leyes le gusta todo lo apegado a las normas, a la vez que no ha tenido empacho en hablar con crudeza de problemáticas complejas durante sus misas, para conformar una forma de ser que, afirman, hace que Rosales sean tan querido como resistido.
