Muchos años antes, cuando era muy joven, a Fray Gonzalo Costa le tocó posar para la estatua de otro cura que se estaba esculpiendo: Fray Justo Santa María de Oro, patriota y defensor de la llama de la libertad. No sabía aún que tiempo después, le tocaría a él mismo mantener encendida otra llama, la de la memoria de un pueblo devastado por el terremoto del 15 de enero de 1944 que entre tanta destrucción, no tenía dónde llorar a sus muertos, un homenaje que vuelve a cobrar vigencia cada año cuando, como hoy, se celebra el Día de los Fieles Difuntos. Su iniciativa fue fundamental para que muchas familias sanjuaninas pudieran hacer el duelo por los muertos del terremoto en un lugar físico, porque él fue quien se encargó de preservar las cenizas que quedaron de la cremación y disponer para ellas un sitio de recordación y homenaje.

"Nacido en San Martín, provincia de Buenos Aires -cuenta el historiador Claudio Vera- Fray Gonzalo pertenecía a la Orden de los Predicadores y en 1944, era el prior del Convento Santo Domingo. Había estado anteriormente en San Juan como novicio y cuando regresó como prior, se ganó el cariño de la gente, que no dudó en hacer las gestiones necesarias para que no fuera cambiado de destino".

Los Dominicos ya llevaban muchas años en la provincia. Su labor era bien conocida por toda la comunidad y en particular la figura de Fray Gonzalo Costa, a quien según cuenta el historiador, todos conocían y querían. "Las crónicas de enero de 1944 dan cuenta que los cuerpos de las víctimas fueron cremados en el Cementerio de la Capital, quedando en el lugar un montículo de cenizas. Fray Gonzalo pidió a las autoridades que se preservara una pequeña porción de esas cenizas, para que los deudos que ni siquiera pudieron sepultar a sus muertos, tuvieran un lugar donde llorarlos", dice Vera.

Las cenizas recolectadas se depositaron en una urna y luego se trasladaron hasta la Iglesia de Santo Domingo. Fue un cortejo a pie, solemne, hasta el atrio de la Iglesia, donde el propio arzobispo monseñor Audino Rodríguez y Olmos recibió la urna. "Hubo una misa en el lugar por todos los difuntos. Las cenizas quedaron bajo la custodia de los dominicos, quienes desde entonces velan por el lugar que se convirtió en un sitio de piadoso recuerdo para todos los que perdieron a alguien en el terremoto del "44, relata.

Aunque importante, la figura de Fray Gonzalo Costa no siempre fue conocida por los sanjuaninos. Un homenaje que se realizará hoy a las 19 en el Museo de la Memoria Urbana, buscará resarcir ese olvido. Muchos años después de su muerte, sus propias cenizas fueron traídas a San Juan y depositadas en la misma Iglesia, en otra urna. Y allí descansa desde entonces, bajo la custodia perpetua de los dominicos, que velan por el Prior que todos querían y que en medio del dolor, supo preservar la memoria y el recuerdo de los muertos.