Hace un año, los transeúntes de la esquina porteña de Sarmiento y San Martín ni se imaginaban que esa significativa cantidad de casas de cambio se degradaría en apenas doce meses a un lúgubre rincón con algunos locales vacíos y otros que ofrecían dólares y euros a nadie mientras publicitaban en sus pizarras electrónicas cotizaciones de operaciones que no se harán.

Ese es el resultado más visible de lo que popularmente se dio en llamar ‘cepo cambiario‘. La primera de las restricciones del ‘cepo‘ comenzó a hacerse efectiva el lunes 31 de octubre de 2011. Desde ese día, los bancos y casas de cambio empezaron a realizar ante cada pedido de compra de moneda extranjera una consulta online con la Administración Federal de Ingresos Público (AFIP), para que el organismo recaudatorio apruebe la operación en base a la capacidad contributiva del solicitante.

En el marco de la ofensiva para frenar la fuga de capitales, el cepo se hizo notar ante una inflación que empujaba tanto a empresas como a particulares a buscar refugio en la divisa estadounidense. En ese clima, el por entonces ministro de Economía Amado Boudou fue el encargado de anunciar el viernes 28 de octubre del 2011 la resolución 3210 que, además de las restricciones, incluía una novedad en la historia argentina del mercado de cambios, como fue la incorporación de la AFIP en un terreno que hasta entonces era exclusivo del Banco Central.

En su anuncio, Boudou intentó calmar a los interesados: ‘todos los argentinos pueden comprar dólares y lo seguirán haciendo. Si nos preocupara la situación tomaríamos otras medidas. La única diferencia es que ahora en la pantalla de la casa de cambio habrá un aplicativo de AFIP con el cual se validará la operación‘, indicó.

La realidad subyacente de la medida era una fuga de capitales que casi se duplicó en ese octubre de 2011. Si bien la fuga no constituía una novedad, el dato preocupante era que el ingreso de divisas por exportaciones ya no alcanzaba para neutralizarla y que el país se preparaba para un 2012 nutrido en vencimientos de la deuda. La medida desconcertó a varios especialistas argentinos.

Ese lunes inicial los bancos dejaron de ofrecer dólares por banca telefónica, Internet y cajeros automáticos. En las casas de cambio cundía el desconcierto y la consabida ‘caída del sistema‘ que impedía concretar operaciones por no contarse con la validación de la AFIP.

En algunas, la atención diferenciada a quienes venían ‘de parte de fulano‘ hacía crecer la operaciones paralelas, a las que ya se les llamaba ‘blue‘. Fue por eso que Boudou advirtió en su anuncio que ‘obviamente, va a haber que hacer ajustes‘. Pocos sospecharon a qué se refería.

Lo que ese 31 de octubre parecía ser un simple trámite para transparentar las operaciones, pasó a ser la prohibición lisa y llana de adquirir moneda extranjera para ahorro o ‘atesoramiento‘. Pero también se tornó mucho más complicada la adquisición de divisas para viajes y turismo, para la compraventa de inmuebles y hasta para la ayuda de familiares en el exterior.

Asimismo, los retiros de moneda extranjera a través de tarjetas de débito locales desde cajeros automáticos del exterior, pasaron a ser efectuados con débito a cuentas locales del cliente en moneda extranjera y a las operaciones con tarjeta de crédito se les aplicó un recargo del 15 por ciento, deducible de Ganancias o Bienes Personales.

Los efectos del cepo excedieron al cierre de las casas de cambio. Los depósitos en dólares cayeron casi el 46 por ciento en doce meses, la actividad de la construcción cayó un 8 por ciento y la del mercado inmobiliario se redujo a su mínima expresión.