� En el fárrago de información necrológica pasa inadvertido que, a diferencia de otros personajes de equiparable catadura de la historia argentina, el hombre que lideró la etapa más sangrienta de la última dictadura murió culpable. Ni José Alfredo Martínez de Hoz, ni Albano Harguindeguy murieron con ese calificativo adosado a sus nombres, al menos no desde el punto de vista de la Constitución que él violó sistemáticamente. En la Argentina democrática nadie es culpable a menos que así lo sostenga un fallo judicial con fuerza de cosa juzgada. Es decir después de atravesar la última instancia de los tribunales, la Corte Suprema de Justicia. Jorge Rafael Videla fue juzgado en la ‘Causa 13‘, el juicio a los comandantes dispuesto por el ex presidente Raúl Alfonsín cuando todavía estaban tibios los fusiles. Para entonces, la Corte ya había confirmado la condena contra el dictador. Desde 1985, Videla podía (puede) ser llamado, sin ambages, ‘delincuente‘.
