Desayuna y se va a su pieza, a jugar con los autitos en su cama. Por las siestas lo llevan a caminar por las veredas del barrio y se muere de risa cuando le pasan una pelota de básquet y su perro ladra porque no puede alcanzarla. La tarde lo encuentra otra vez en el comedor, cerca de la estufa y sentado en su silla de madera y totora. Los días de Mauricio González(21) son casi rutinarios, en esa humilde vivienda del Lote Hogar 47, en Colonia Fiscal, Sarmiento.
Hasta hace un tiempo, lo que cambiaba sus jornadas era ir a la escuela, pero ya hace dos años que no puede ir, simplemente porque se quedó fuera del sistema. Sus padres denunciaron que la escuela de educación especial Sarmiento no lo recibió más pues superó la barrera de los 18 años y la institución no podía ofrecerle una alternativa a su discapacidad ya que el muchacho está ciego, tiene Síndrome de Down y además es autista. Desde el Ministerio de Educación reconocieron la situación, y dijeron que están al tanto del caso. Las autoridades reconocieron la ausencia de otra institución especializada dentro del departamento para recibir a Mauricio como por las deficiencias de infraestructura de la actual escuela (están pronto a inaugurar otro edificio).
‘Cuando cumplió los 18 años, me dijeron que ya no podían recibirlo. Yo pedí que tuvieran una consideración especial y al principio me dijeron que sólo me lo aceptaban en Música y Educación Física. Un tiempo pudo ir los cinco días de la semana, al año siguiente sólo tres y luego me lo bajaron a un día. Yo seguí peleando para que me lo siguieran aceptando, pero una vez asistí a la escuela y directamente me cuestionaron por qué lo seguía llevando. Sentí una impotencia muy grande, mi hijo ya no podía ir a la escuela y fue ese momento en el que bajé los brazos. Con todo el dolor, dejé llevarlo‘, contó Rosa de González (62), la mamá de Mauricio, que asegura que siente angustia cuando ve que el chico extraña los días en los que correteaba por el patio y compartía actividad con otros compañeros.
Eso fue en 2011 y Rosa contó que llevó su caso al Ministerio de Educación, pero que hasta ahora nunca tuvo una respuesta. ‘Yo entiendo que tiene más de 18 años y que por su discapacidad, mi hijo no va a aprender a leer Braille, ni va a hablar, pero en Sarmiento no hay otro lugar para personas como Mauricio. Además, a la escuela van chicos de entre 20 y hasta 50 años, por lo que para mí fue claro que a mi niño ya no lo querían recibir‘, dijo la mujer.
Mauricio escucha radio, le encanta la música y tiene una armónica que le hace compañía. Se porta bien si le compran gaseosa y sus familiares tiemblan cuando llega como invitado a comer empanadas, porque es un fanático de las de carne molida. Come asado sin pan y pese a sus silencios, su familia sabe que extraña la escuela. ‘Por ahí pregunta por Carlitos, un compañero que tenía. A él le encantaba ir a la escuela, por eso me duele mucho su situación‘, señaló su madre, que también cuida a su marido, Francisco (71), enfermo del corazón y con cuatro by pass. Mientras, Mauricio sigue en su mundo de oscuridad y ausencia, con sus autitos de plástico en la cama de su pieza.
