Si hay algo hermoso de la vida es que aún hoy, luego de un largo recorrido por intrincados caminos que ustedes transitaron, algunas veces solos, otras tantas acompañados; en ocasiones con el ímpetu que la juventud les brindó, y en muchas con la mansedumbre de la sabiduría que la experiencia y el tiempo acumularon en sus hombros y en sus espaldas, se vuelvan a sorprender. Y si aún ostentan intacta esa capacidad de percibir asombro y sorpresa, es porque vuestros corazones sienten el latir apresurado que la adrenalina brinda, porque en este momento los encuentra en el centro de la escena, como protagonistas estelares de un homenaje honestamente merecido a modo de corolario de vuestras trayectorias en el mundo del saber, de la enseñanza, de la docencia. Y aquí la escuela; la que tuvo el sello de contarlos entre ese recurso humano predilecto que le da calor de humanidad al histórico edificio que ha cobijado a cientos de miles de almas en toda su historia que encontraron, en ustedes la persona que los supo contener frente a un problema o crisis, al docente que supo aconsejarles, al profesor que tuvo su impronta para implantarles gotas de saber. Ustedes, compañeros docentes jubilados, que para que suene más bonito y con prosapia propia, les decimos "personas de la tercera edad+, son la viva imagen previa a la de los niños, ya que estos son el don y el signo de la presencia de Dios en nuestro mundo, por su inconmensurable capacidad de aceptar con auténtica sencillez el mensaje del Altísimo.

Sin lugar a dudas que anécdotas tendrán para guardar en sus arcones de recuerdos y que en algún momento u oportunidad verán la luz al compartirlas con colegas, familiares, amigos y personas que se les acercaran y lo harán en el diario futuro; donde el amigo tiempo ahora es un compañero de ruta y no contra quien batallaban cuando estaban en el ejercicio de la profesión. Algunos buscaremos esos ejemplos que ustedes supieron trasmitir y que fueron modelos de enseñanzas para jóvenes y adultos. Otros sabremos que imitarlos, sin perder nuestra identidad, será algo muy bueno para nuestras experiencias de vida. Pero sin dudarlo, muchos de nosotros estamos sintiendo muy profundamente ese sano y honesto sentimiento de cálida envidia por llegar a donde ustedes supieron arribar con esos valores que fueron capaces de demostrar a lo largo de años de batallar contra la ignorancia, siempre con muchísimo sacrificio pero con la integridad y la solvencia moral de saber que en todo momento hacían lo correcto.

Pero lo que debemos rescatar es que más allá de las formas está la motivación, herramienta que habrán utilizado a los largo de sus años frente a sus alumnos y colegas docentes; también están los sentimientos que nos inspiran y embarcan al encuentro y al reencuentro que nos infunden. Los principios que rigen las relaciones humanas nos llevan a un punto tal que es necesario detenernos para reflexionar sobre un aspecto que ha sido determinante para llegar a homenajear al docente. Quienes ya tenemos varios lustros en ser educadores aprendimos que llegar a cumplir el ciclo dentro de un colegio, batallar a diario con alumnos, vivir con el apremio de cuando cobramos y ahora cuanto nos saca el impuesto a las ganancias o al trabajo, es solamente por reunir el requisito intrínseco que Dios puso en ustedes; y que se llama vocación.

Valoramos y apreciamos la huella indeleble que dejaron en su propósito educativo porque todo camino alcanza una meta y la docencia es una tarea en el camino. Supieron aprovechar el campo del intelecto estudiantil para colocar en ellos las semillas del saber; esa que crece con la madurez, con las aspiraciones y sueños, con las vocaciones personales y con los anhelos de dejar legados a sus familias con el ejemplo del estudio, del trabajo y de la lucha por un porvenir mejor. Ejemplos de ellos tenemos cuando nos encontramos a ex alumnos que han sabido superar las adversidades luego que dejaron la escuela. Esas son las íntimas satisfacciones personales que los caracteriza como los inspiradores que la vida puede ser mejor cuando abrimos las mentes de aquellos jóvenes que no encuentran el rumbo de sus vidas, pero que algo muy particular, llamado instinto, los hace volcarse a la escuela, buscando ese no se qué, las vivencias que no tienen en otros ámbitos, y la imagen paternal del docente, guía de sus presentes inciertos. Luego de eso….Llegó el momento tan ansiado, el de decir y saber que ya no van a trabajar más, que no van a estar pendientes del horario de clases, de luchar por unas horas más o tener otra escuela más donde ir a dar clase…es…el tan deseado y añorado solaz del descanso.

Siempre es bueno para alma y el espíritu tener sueños. Los tuvieron cuando ingresaron a este particular y especial mundo de la docencia. Hubo sueños hechos realidad en ese tránsito de vida plagado de frustraciones, fracasos y cosas inconclusas; pero también los siguen teniendo cuando recientemente lo dejaron.

Vaya para ustedes este pensamiento que amalgama todos esos sentimientos encontrados en esta oportunidad: "Para un docente no existen fronteras entre el saber y la ignorancia. Son ustedes quienes siguen colaborando para diseñar la arquitectura de ese puente llamado Educación."

(*) Pedagogo.