"Este es el momento de descansar, pero también de reencontrarnos con la familia. Que no sólo sea esparcimiento. La Semana Santa debe servir para la reconciliación, para el perdón y el aceramiento familiar". Con estas palabras, monseñor Alfonso Delgado, dio por comenzada la Semana Santa. Este mensaje formó parte de la homilía que pronunció ayer por la mañana en la Iglesia Catedral, al celebrarse el Domingo de Ramos.
La de ayer fue la primer celebración de Semana Santa. Se recordó el ingreso de Jesús a Jerusalén y cómo la gente lo recibió agitando ramas de olivos y palmas. Es por eso que antes de comenzar la misa solemne, como es ya una tradición, monseñor Delgado salió al atrio y bendijo las ramas de olivo que habían llevado los fieles. Esta fue la misa central de ayer en la Catedral, pero el Domingo de Ramos terminó con un encuentro de jóvenes, en ese mismo lugar, por la noche.
Así, entre el olor a incienso y pintura fresca (están refaccionando el templo), los fieles ingresaron a la iglesia para escuchar el Santo Evangelio. Una lectura que se extendió por casi 20 minutos y que fue el relato de la llegada de Jesús a Jerusalén, la última cena con sus Apóstoles, la Pasión y hasta la muerte en la cruz. Fue uno de los momentos más emocionantes de la celebración. Poco después de esto, Delgado tomó la palabra y le dijo a la gente que Jesús había sufrido dolores físicos pero también morales. Y aún así siguió pensando en los otros. Un mensaje claro y contundente, mediante el que hizo un llamado a la solidaridad, al abandono del egoísmo y a la vuelta de los valores familiares en un tiempo donde, para la mayoría, la Semana Santa no pasa de ser unas minivacaciones.
El templo estuvo repleto de fieles. Muchos eran niños, que entusiasmados llegaron temprano con su ramita de olivo para ser bendecida. El calor de la mañana hizo que muchas de las mujeres desenfundaran sus abanicos. No faltó el que usó el olivo para proporcionarse aire en un ambiente que empezó a calentarse hacia el mediodía.
