‘Pelé’ se acomoda como puede en una silla alta de madera y totora, como las que usan los niños, porque casi ya no puede sentarse. Para eso lo ayuda Cristian, su vecino, y en eso entra a la casa Jorgito, que vive al lado, trayendo los mandados. ‘Pelé’ en realidad se llama Adrián Espejo y con apenas 43 años dice que prácticamente está tullido por su artrosis reumatoidea en caderas, rodillas y manos. Su ex mujer se fue de la casa hace unos años, sus hijos adolescentes no pasan mucho tiempo con él, no le alcanza el dinero de la pensión y confiesa que si no fuera por la asistencia de sus vecinos, a veces no podría ni levantarse de la cama.
‘Antes me hacía la comida como podía, pero ahora ya no puedo pelar ni las verduras. Así que vienen los vecinos y me ayudan, me dan una mano para levantarme de la cama o me hacen los mandados y me preparan un té’, dice Adrián. ‘Igual, a veces me quedo acostado porque no tengo fuerzas o siento mucho dolor. Y me ha pasado también que no comí porque justo ese día no pudo venir nadie a darme una manito’, agrega.
La casa de Adrián en el barrio Alameda, Rawson, tiene unos pocos muebles y en su pieza, las patas de la cama están subidas a unas pilas de ladrillos, que la elevan y de esa manera puede acostarse sin hacer trabajar tanto su cadera. ‘Es que ya casi no puedo sentarme. Me tienen que operar de las caderas y poner unas prótesis’, cuenta.
Cada vez que va al médico, el remís le cuesta unos $60 y dice que tiene que ir acostado sobre el asiento trasero porque simplemente ya no puede poner la mitad de su cuerpo a 90 grados.
Hasta hace 10 años, ‘Pelé’, apodado así por sus fintas cuando jugaba a la pelota en el potrero de la ex villa Matadero, donde se crió, trabajaba como lustrador de muebles y rotisero. Su vida era normal hasta que la enfermedad se despertó y empezó a avanzar rápidamente. Dejó de trabajar y se quebró su matrimonio. Recibe una pensión por discapacidad de $1.200 y ahora ruega que el Estado le entregue la prótesis de cadera para operarse. ‘Estoy esperando eso con muchas ganas, porque me dijeron que ya me voy a poder sentar’, se ilusiona. Y pese a todo su drama, no se da por vencido. ‘Me gustaría tener un emprendimiento de rotisería y poder enseñar lo que sé a mis vecinos, para que trabajen y ganen unos pesos. Así podría devolverles algo de todo lo que me dan’, confiesa ‘Pelé’.
