La palabra en boca del ser humano es a veces un arma de doble filo y se mimetiza con la vulnerabilidad de lo que se quiere destacar. Se la utiliza con liviandad, sin pensar en su significado, y se juega con ella de manera perversa. En realidad las palabras son símbolos y tienen como referente a objetos externos al lenguaje. Las palabras son un tipo de representación cognitiva con las que convencionalmente se asocian los referentes.

La palabra expresa un concepto que a la vez la asocia a un significado y casi siempre tiene que ver con un referente que puede ser múltiple, debido a que en el mundo puede existir una gran cantidad de objetos denotados por la misma palabra. Sin embargo, el significado es único.

Es tan importante el valor de la palabra en la vida como en la literatura o en la historia, sólo que su constante uso le resta valor ante el ser humano que no se detiene a analizar. Hoy, en el que un sector numéricamente importante de la sociedad no piensa, la palabra se ha devaluado como vaso comunicante de situaciones que involucran a varias circunstancias. El uso correcto de la palabra que tiene equivalencia con el uso correcto del idioma, libera al hombre de errores que pueden pesar luego en conciencia por largo tiempo. Por ello hablar medidamente es un acierto. Estamos pensando en estas posibilidades, en momentos en que el vocabulario se ha achicado.

El español es hablado por 500 millones de personas y se lo considera un idioma enriquecido universalmente. No obstante, filólogos y profesores consideran que hay un empobrecimiento del lenguaje, que se da por la inclusión de anglicismos y la deformación de las palabras y por la permanente amenaza de la red informática.