Alguna vez en estas líneas se describió, apenas arrancó la gestión de Sergio Uñac al frente de la gobernación de San Juan, lo complejo que iba a ser para el pocitano manejar el equilibrio entre la interna del peronismo y sus obligaciones como mandatario provincial, con un gobierno nacional de otro color político. Esa afirmación se vio en carne viva el viernes pasado con la visita de Mauricio Macri a San Juan. Gracias a Dios que el sanjuanino habló primero, porque si le tocaba después de Macri, iba a estar en problemas. El líder PRO no tuvo mejor idea que empañar un acto histórico con el recuerdo de la corrupción en el Gobierno anterior, mensaje que ya no devuelve votos, mucho menos a poco de cumplir un año en la Casa Rosada. Así y todo, y hablando de equilibrios, en la intimidad los líderes exhibieron respuestas a problemas, señal de buen entendimiento, a pesar de ser de colores políticos distintos: la Nación se metió en los conflictos con las caleras donde los Moyano hacen lo que quieren, y se hicieron cargo de la antipatía popular por la escombrera que armó Los Pelambres en Calingasta. Por supuesto la Provincia respondió con otros gestos de Uñac, quien agradeció públicamente la quita de las retenciones a las exportaciones mineras y, también, la plata en infraestructura que vino a la provincia y que el macrismo cuenta por miles de millones. La relación sigue bien, pero es evidente que hay que hacer un esfuerzo para mantenerla así. Lo de Macri no ayuda.
Al margen de las relaciones institucionales y políticas entre la Nación y la Provincia, hay diferencias que son notables y que bien vale la pena analizarlas, y que van más allá de la pertenencia a un proyecto político: el cambio en la mecánica de los actos institucionales, comparando el macrismo con el kirchnerismo o el peronismo, se notó muchísimo el viernes en Rivadavia. Si bien este estilo al PRO le dio sus excelentes resultados, hay que ver hasta dónde sigue rindiendo en lugares como San Juan, muy habituados a las movilizaciones populares y al fervor en la gente. Para la TV el estilo ‘M’ es mucho más rentable que el ‘K’ o el ‘peroncho’, pero no genera empatía en los lugares donde se desarrolla, donde está el escenario que va a salir por la pantalla. Aun en las provincias, y probablemente San Juan sea una de ellas, la falta de contacto con ‘la popular’ puede traer sus antipatías. Macri se limitó a visitar sin previo aviso a una familia en Chimbas, y ese fue todo su baño popular. No quiso medios, tanto que el equipo presidencial nunca entregó la dirección a la que se iba a dirigir el Presidente. Y sólo una radio y este diario pudieron estar en el lugar al mismo momento que el mandatario nacional, dato al que se llegó casi de casualidad, puedo asegurar. La escena fue tan cuidada que no dejaron ingresar al interior de la casa a ningún fotógrafo, y mucho menos a la periodista que DIARIO DE CUYO puso en el sitio, pero a los pocos minutos había una foto de Macri con la familia chimbera, en Twitter por supuesto. Es llamativa la minuciosidad con la que tratan la imagen presidencial, lo que les da buen rédito, evidentemente, menos en el lugar donde se desarrolla la escena.
Antes que eso, Macri había cometido otro error: habló de corrupción. No es que la corrupción no haya existido, todo lo contrario y la Justicia se está encargando de demostrarlo, pero al repensar el tema como estrategia política, ese discurso difícilmente aún sostenga su gestión. Dilapidó festejar una obra, que en el caso de San Juan se espera desde hace medio siglo al menos y que él está a punto de convertir en realidad. Eso tenía mucho más peso que la corrupción K, la que viven señalando los alfiles de Macri. Si no, habría que preguntarle al ministro de Transporte Guillermo Dietrich, quien en una entrevista con este diario al hablar de las demoras del Túnel de Agua Negra, lanzó que ‘la otra vez lo definió muy bien Marcos Peña y coincido, acá hubo una mezcla de corrupción e incapacidad para la gestión que ha hecho que sea gigante la diferencia entra el relato y la realidad de lo que pasaba…’. Durísimo.
En medio de todo eso estaba Uñac, quien tenía frente suyo al presidente del PJ nacional, José Luis Gioja, y a su costado al tipo que le ayuda a gestionar la provincia, que es de otro color político. Y ambos enfrentados entre sí. ¿Con quién queda bien? Con todos. ¿Es posible? Evidentemente sí, porque hasta el momento el pocitano no ha tenido problemas graves con ninguno de los dos. Hay escaramuzas con uno y el otro, obviamente, y siempre las habrá: el ministro Rogelio Frigerio le enrostró al pocitano que haya participado de una reunión de la Federación Argentina de Municipios (FAM), arma política que el macrismo quiere dominar y no puede. Después ambos intentaron bajar el tono a las diferencias, pero fuentes locales dijeron que el reproche del funcionario de Macri fue fuerte, porque también lo fue la jugada de Uñac. Apoyó una derrota de Frigerio, que es quien otorga presupuesto al financiamiento de la FAM, nada más y nada menos.
En el caso de la relación con Gioja, que es el otro frente que puede incomodar a Uñac, hay muchas versiones y ambos dan vueltas alrededor de las suposiciones. Los dirigentes que están cerca del diputado tienen demasiado tiempo y bronca y le llenan la cabeza a Gioja de situaciones que no existen, provocando acciones del exgobernador, por ejemplo en las redes sociales, que molestan al equipo del titular del Poder Ejecutivo. Y los del pocitano piensan que Gioja quiere volver a ser Gobernador, y por eso lo cascotean. Ninguno tiene intención de pelearse con el otro, al menos por ahora. Es más, para muestra sobra un botón, decía mi abuela: antes de participar del acto del viernes, Gioja votó en contra el proyecto de ley macrista para la participación privada en la obra pública, lo que en la práctica implica otro lío de Uñac con la Nación. Ayer el exgobernador le dijo a este diario que ‘con las modificaciones que se van a dar en el trabajo de comisión, voy a votar a favor del proyecto de Participación Público Privada. Como estaba, la iniciativa era un mamarracho. Si hasta ellos mismos (por el oficialismo nacional) dijeron que tenían como 40 observaciones. Inclusive la CGT se opuso formalmente’.
El equilibrio cuesta, no hay dudas.
