Este 25 de marzo se celebran dos eventos trascendentales: por un lado, el "Día del Niño Por Nacer”, y por otro, el 20º aniversario de la Encíclica Evangelium vitae (El Evangelio de la vida) de Juan Pablo II, sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana.
Fue el 10 de diciembre de 1998 cuando el Boletín Oficial publicó el decreto 1.406 por el cual se declaró al 25 de marzo de cada año como el "Día del Niño Por Nacer” (cf. art. 1). Teniendo presente que tanto la Constitución Nacional, los documentos internacionales tales como la Declaración Universal sobre Derechos Humanos y la Convención sobre los Derechos del Niño, así también como nuestra legislación civil y penal protegían la vida desde la concepción, el Poder Ejecutivo Nacional consideró "apropiado y necesario dedicar un día en el ámbito nacional al niño por nacer, con el objeto de invitar a la reflexión sobre el importante papel que representa la mujer embarazada en el destino de la humanidad, y el valor de la vida humana que porta en su seno”. De esta manera, Argentina se convertía en el primer país del mundo declarar este día para celebrar la vida en gestación.
Se escogió el 25 de marzo de cada año, "fecha en que la Cristiandad celebra la Anunciación a la Virgen María, en virtud de que el nacimiento más celebrado en el mundo por cristianos y no cristianos es el del Niño Jesús cuyo momento de concepción coincide con dicha fecha” así como también por el hecho que en ese día se conmemora el aniversario de la Encíclica Evangelium Vitae (25 de marzo de 1995).
De esta manera se reconoce que la vida es el mayor de los dones y tiene como tal un valor inviolable y una dignidad irrepetible, siendo el derecho a ella no una cuestión de ideología, ni de religión, sino una emanación de la naturaleza humana. Por ello, resulta conveniente llamar a la reflexión acerca de la importancia que tiene su respeto, sea cual fuere la forma en que fue concebida.
Escribe Juan Pablo II: "Con las nuevas perspectivas abiertas por el progreso científico y tecnológico han surgido nuevas amenazas a la vida humana, a la vez que se va consolidando una nueva situación cultural, que confiere a los atentados contra la vida un aspecto inédito: amplios sectores de la opinión pública justifican algunos atentados contra la vida en nombre de los derechos de la libertad individual. Sobre este presupuesto, pretenden no sólo la impunidad, sino incluso la autorización por parte del Estado, con el fin de practicarlos con absoluta libertad y además con la ayuda gratuita de los servicios sanitarios. El hecho de que las legislaciones de muchos países hayan consentido no penar o incluso reconocer la plena legitimidad de estas prácticas contra la vida es, al mismo tiempo, un síntoma preocupante y causa no despreciable de un grave deterioro moral. Opciones antes consideradas unánimemente como delictivas y rechazadas por el común sentido moral llegan a ser poco a poco socialmente respetables”.
Un triste ejemplo es el español: cada día 220 niños dejan de nacer por el aborto, lo que representan un aborto cada 6,5 minutos, haciendo del aborto la principal causa de mortalidad. Estamos frente a una verdadera "cultura de la muerte” promovida por fuertes corrientes culturales, económicas y políticas. Se puede hablar en cierto sentido de una guerra de los poderosos contra los débiles, de una conjura contra la vida donde no se respeta el primero de los derechos humanos: el derecho a la vida.
(*) Doctorado en bioquímica, escritor.
