* Si bien el 9 de Julio era una fecha festiva a partir de la declaración de la Independencia, cobró estatus oficial como tal recién en 1826. Pero, curiosamente, para anularlo como una fiesta en sí misma. El día 6 de julio de ese año, Bernardino Rivadavia firmó un decreto ordenando que el 9 de Julio se celebrara junto con el 25 de Mayo, para que no hubiera dos feriados patrios seguidos. "La repetición de estas fiestas irroga perjuicios de consideración al comercio e industria", justificaba la norma, según cita la obra Crónica Histórica Argentina, de Gibelli, Pérez Amuchástegui y Molinari.
* La misma investigación destaca que casi 9 años después, Juan Manuel de Rosas, durante su segundo mandato, revirtió esa orden. El 11 de junio de 1835 promulgó un decreto que ordenaba que el 9 de Julio y el 25 de Mayo debían ser dos celebraciones oficiales y feriados distintos. "El día 9 de Julio de 1816 debe ser no menos célebre que el 25 de Mayo de 1810", firmó Rosas en la norma. Y agregó que "en la víspera y el mismo día 9 de Julio, se iluminará la ciudad, la Casa de Gobierno y demás edificios públicos, haciéndose tres salvas en la Fortaleza y buques del Estado".
* Este nuevo decreto recuperaba el sentimiento que se había vivido el mismo día de la declaración de la Independencia. Según describe Crónica Histórica Argentina, el Congreso se reunió a las 8 de la mañana y estuvo sesionando durante 9 horas, hasta que al fin, alrededor de las 17, el secretario Juan José Paso leyó el acta bajo la mirada del presidente Francisco Narciso Laprida, y no sólo hubo votación unánime a favor, sino también una fuerte aclamación por parte de todos los diputados.
* El texto aprobado en el Acta de "una nación libre e independiente de los Reyes de España y su metrópoli", y ante rumores de una invasión portuguesa, fue modificado en una sesión secreta el 19 de julio. Quedó establecida la independencia "de los Reyes de España, sus sucesores y metrópoli, y de toda otra dominación extranjera".
