Desde que Brasil comenzó a liderar la Misión de Estabilización de la ONU en Haití, Minustah, en el 2004, el país suramericano entró en la conciencia colectiva de los haitianos como un posible destino. Robert Montinard llegó a Brasil hace un año con su familia.
El mayor atractivo de Brasil para los haitianos reside en la empatía cultural: ‘Cuando llegaron los militares brasileños a Haití, a diferencia de los marines estadounidenses, vimos un militar que se mostraba amigable y que una vez terminada la tensión sacaba un balón de fútbol y empezaba a jugar con los jóvenes‘, dice ’Bob’, cuyos dos hijos tienen nombres brasileños: Lula y Bimba.
En Haití, el fútbol es una pasión intensa, al igual que en Brasil. En ambos países, las religiones africanas permean las costumbres cotidianas y tanto brasileños como haitianos son amantes de la música y de la vida en comunidad. Todo esto, sumado al crecimiento económico de Brasil, hace de la tierra de Pelé el nuevo sueño de cientos de migrantes. La mayoría de los haitianos que están llegando a Brasil cuentan con una preparación básica y ciertos recursos económicos. Son profesores, ingenieros, carpinteros, maestros de obra. Además de hablar créole y francés, muchos hablan español e inglés. Varias empresas brasileñas han llegado a fletar buses para recogerlos en la Amazonia y ofrecerles trabajo en otros estados.
