La bolsa que se movía llamó la atención de Rodrigo y Nahuel, dos amigos y vecinos de la Villa 11 de Septiembre, en Capital, mientras jugaban por el barrio. Eran tres gatitos recién nacidos, abandonados. Lo curioso es que al sacarlos, uno de los animales impactó a los chicos. Era un gatito con dos caras en una misma cabeza, una malformación genética que revolucionó a los vecinos del lugar. Pero el gato, tal como se esperaba, vivió sólo 48 horas y murió ayer en la mañana. Rodrigo Peñaloza se encariñó tanto pese a las pocas horas que estuvieron juntos, que le daba leche en la palma de su mano. Y el animal tomaba, increíblemente, con las dos bocas.

Blanco, aún con su cordón umbilical, el gato tenía su segunda cara hacia el lado izquierdo, por lo que la cabeza era excesivamente grande comparada con el resto de su cuerpo. Tenía dos orejas, cuatro ojos, dos narices, y dos bocas, aunque sólo una estaba completamente formada, ya que la otra era como una pequeña hendidura.

"Le gustaba estar en mi mano. Yo lo ayudaba a moverse, porque no podía solo por el peso de la cabeza", dijo Rodrigo, de 9 años. Su madre, Silvana, contó que el chico no paraba de llorar cuando ayer vio al gato sin vida en la caja con trapos que le habían preparado a los tres animales encontrados.

"La primera vez que lo vi no me impresioné, sino que por el contrario, me generó una gran ternura. Sabía que las chances de vida del gato era muy pocas y por eso no quería que Rodrigo se lo quedara. Pero se encariñó muy rápido y por eso tratamos de cuidarlo hasta poder llevarlo al veterinario, pero no nos dio tiempo", contó la mujer.

"La verdad que era único. Pensamos muchos nombres con mis amigos, pero lástima que no alcancé a ponerle uno. Lo voy a extrañar", confesó Rodrigo, mientras sostenía el gatito que minutos antes había estado con vida.

"Científicamente, este tipo de anormalidades se llama teratomas. Son monstruosidades producto de alguna intoxicación con el medio ambiente o el consumo de alguna sustancia tóxica por parte de la madre", explicó el veterinario Roberto Baistrocchi.

Las pocas horas que el gatito de dos caras vivió fueron suficientes para que la casa de los Peñaloza por la calle Antártida Argentina fuera un desfiladero de curiosos. Los niños, los grandes, todos querían ver al animal y sacarle fotos. Es más, algunos hasta subieron imágenes a redes sociales de Internet. "No sé cómo se enteró, pero vino una persona desconocida en una moto, preguntó por nosotros y el gato. Estaba muy entusiasmado, así que sacó un montón de fotos y se fue", dijo Eduardo, el padre de Rodrigo.