A fuerza de ser sinceros, uno se ha portado mal muchas veces. Ejemplo: hacerse la chupina y esconder el guardapolvo y los útiles bajo algún puente del Parque de Mayo no está bien. Ha cambiado el Parque, ni mejor ni peor, ha cambiado, sobre todo el motivo de concurrencia, ahora cientos de sanjuaninos lo usan para sus caminatas, corridas, gimnasia y también para el picnic del fin de semana, antes el Parque era de los niños y de los enamorados.
Cada banco guardaba una historia distinta de amor, y los árboles no sólo hacían sombra, eran cómplices de encendidas pasiones. Había incluso como un puertito desde donde partían los botes a remos que se alquilaban por un mínimo de quince minutos y podías pasear con la pareja o la familia, el agua del lago del Parque no era de lo más limpia, en algunos botes entraba líquido, y muchos llegaban a la otra punta del lago y ya no tenían fuerzas para regresar, pero el amor todo lo disimula.
Había fantasmas en el Parque, juro que los había, y si no cómo se explica que los autos estacionados en las calles internas aún con el motor apagado tuvieran un movimiento acompasado, de arriba hacia abajo, de derecha a izquierda, para colmo estos seres espectrales se encargaban hasta de empañar los vidrios. Y estaba el restaurante de Inca y la espectacular lomita donde allá por los ochenta nos juntábamos a escuchar las zapas de algunos muchachos de barba y cabello largo que cantaban canciones de Piero y Pedro y Pablo.
Cuando niños, el Parque de Mayo era Disneylandia, estaba el trencito con su hermosa estación y el recorrido por todo el ámbito, la llegada a la otra parada donde también había una calesita y una vuelta al mundo, y el corazón que late más rápido porque el tren va llegando al túnel y hay que sacarse los pulmones de tanto grito para que retumbe y ves pasar el otro tren en sentido opuesto. Una maravilla hacer el circuito del kartódromo en bicicleta. Cientos de bailes y a la vez uno solo en las juntadas del veintiuno de septiembre, sobre todo en la explanada central cerca de uno de los kioscos donde vendían los helados más elementales y más ricos que probé.
Una vez se hizo un carrusel de carnaval y un par de Exposoles, muchos acontecimientos deportivos, varias veces hemos concurrido en excursiones escolares, descubrimos el deporte de la raqueta mirando de reojo el Lawn Tennis y tal vez allí es donde nació nuestra admiración eterna por el General, observando su estatua y escuchando los relatos de mamá asegurando que su mirada y su espada apuntan a la cordillera.
Insisto con el cariño, el afecto y la pasión, lo digo en nombre de miles de comprovincianos que quizá en el glorioso Parque de Mayo dieron su primer beso o mejor el beso definitivo, no podemos desperdiciar tanto amor junto, debemos convertirlo en familia, convoco a los responsables para que en tiempo inmediato construyan allí una Iglesia e instalen una sucursal del Registro Civil.
