La uva Viognier fue una cepa desconocida en el país hasta que en 1994 la introdujo el ingeniero agrónomo Roy Mayne para incorporarla a los viñedos que la Bodega Lagarde poseía en Luján de Cuyo. Trajo aproximadamente cien mil plantas en dos tandas adquiridas a viveros de Francia para colocar las primeras hectáreas de viñas en la Argentina.

Desde esa finca salieron las estacas para producir nuevas plantas que se distribuyeron por el país. Era tan desconocida que no figuraba en los libros de ampelografía que el prestigioso ingeniero del INTA Alberto Alcalde había publicado hasta 1990. En el año 2000 este cepaje se adaptaba perfectamente al suelo y clima caluroso de San Juan y cuando entregó sus primeros racimos bajo un espectacular parral que todavía la firma Peñavid tiene en Pozo de los Algarrobos, Caucete, su gran similitud con la forma del Syrah, se la bautizó a la primera impresión como el "Syrah blanco". Y no estaban equivocados: tiene una gran adaptabilidad a los suelos, es vigorosa, tolerante al calor, muy productiva y entrega unos excelentes vinos blancos muy frutados, algo que los consumidores modernos piden de los vinos nuevos.

El cepaje Viognier es originario de Francia y al principio se lo uso mucho allí para cortar vinos tintos, dándole un toque de aromas a la Syrah.

Con los primeros vinos obtenidos no quedaron dudas que se estaba ante un cepaje noble que incluso era una nueva opción ante la escasa oferta de blancos como el Chardonnay y Sauvignon Blanc. Fue así que en el mismo Pozo de Los Algarrobos, la bodega Casa Montes incorpora a sus viñedos cepas traídas desde Italia ampliando el potencial genético de la provincia. Hoy la producción de San Juan supera los 3 millones y medio de kilos superando al Sauvignon y muchos estiman que va a seguir creciendo por la gran demanda de sus vinos como lo hace en California, Australia y en la misma Francia luego de haber estado olvidado por años.