De gran impacto social, Francisco ha escrito la primer encíclica en la historia del cristianismo, acerca del cuidado de la casa común, la Tierra. Esta extensa reflexión se desarrolla en torno al concepto de ecología integral. ¿Qué se entiende por ello? Se trata de un paradigma capaz de articular las relaciones fundamentales de la persona: con Dios creador, consiga misma, con los demás seres humanos y con el mundo creado.

¿Qué mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo? Pero esta cuestión no puede entenderse de modo parcial. Hace falta preguntarse: ¿por qué pasa lo que pasa? ¿para qué nos necesita esta Tierra? La hemos descuidado tanto que "gime dolores de parto”, para expresarlo con términos propios de san Pablo.

El camino inicia por la escucha de la situación a partir de los datos más serios que la ciencia nos brinde. Escuchamos así el "grito de la tierra herida”. La tierra es una hermana y madre. "Esta hermana protesta por el daño que le hacemos por el uso irresponsable y el abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella” (nº 2).

Luego el análisis mira "las raíces de la situación actual, para entender no sólo los síntomas, sino también las causas profundas” que están a la base de la crisis ecológica.

Sobre esta base, Francisco propone una serie de líneas de renovación de la política internacional, nacional y local, de los procesos de decisión en el ámbito público y de iniciativa privada, de la relación entre política y economía y entre religiones y ciencias basadas en un honesto diálogo. Esto lo trata en el capítulo quinto. Y en el siguiente, el Papa propone "algunas líneas de maduración humana inspiradas en el tesoro de la experiencia espiritual cristiana”. Es decir, todo cambio necesita motivaciones y un camino educativo.

Sin duda se necesita un cambio en el modo de relacionarnos con el ecosistema. "Que los seres humanos destruyan la diversidad biológica… contribuyan al cambio climático…contaminen las aguas, el suelo, el aire. Todos estos son pecados” (nº 8). Pecados ecológicos que cometemos a diario y se los dejamos como herencia negativa a nuestros hijos.

Encuentro en este valioso documento un eje temático que retorna: la íntima relación existente entre pobres-ecología. Un mundo devastado, sin bosques, con aguas sucias, es un plus de vulnerabilidad para los más pobres. Menos recursos naturales y más dispendio, significan menos oportunidades laborables y más pobreza. Por eso es tan cierto aquello de "Grito de la tierra; Grito de los pobres”.

Después de una primera lectura de Laudato Si’ , el examen de conciencia que la Iglesia recomienda a los cristianos para orientar la propia vida a la luz de la relación con Dios, deberá incluir una nueva dimensión que considere cómo vivimos nuestra relación con la naturaleza. Si somos "jardineros responsables” del planeta o si somos "devastadores” del mismo.

Finalmente, hay una cuestión que pasa por las políticas ambientales de la agenda global que actualmente están en discusión: cambio climático, efecto invernadero, desertificación, tala de bosques, contaminación de mares, pérdida de la biodiversidad, etc. Hay decisiones urgentes que no puede esperar. Pero ello no impide que, como dice Francisco, cada uno se anime a "convertir en sufrimiento personal lo que le pasa al mundo, y así reconocer cuál es la contribución que cada uno puede aportar” (nº 19).

En breve, una valiosa Carta que el Papa, líder mundial, nos invita a leer ineludiblemente y estudiar en detalle.