La costumbre sindical de declarar paros sorpresivos, utilizando de rehenes a los usuarios de servicios públicos imprescindibles, es una modalidad absolutamente condenable tanto por desconocer las normas elementales de la relación contractual como por el daño que le causa al público, ajeno a todo conflicto. Esto es lo que ha vuelto a suceder con la paralización de los vuelos de Aerolíneas Argentinas y Austral, entre la noche del jueves último y la tarde de ayer.
La cancelación imprevista de un transporte público implica dejar a la deriva a miles de usuarios y, en este caso, tanto de pasajeros de cabotaje como de los servicios internacionales programados con enlaces al interior del país. Deambular por las terminales aéreas en busca de una respuesta, o pernoctar en ellas a la espera de conocer cuál será su suerte, es verdaderamente una actitud canallesca contra el pasajero, provocada por gremialistas que utilizan la presión antes que la negociación en las diferentes instancias de la legislación laboral.
La Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas (APLA) y la Unión de Aviadores de Líneas Aéreas (UALA), que nuclean a los pilotos de ambas compañías estatales, vienen reclamando la recomposición salarial con la misma estrategia perturbadora de las medidas de fuerza. Piden lo imposible, mucho más que el resto de los sindicatos acordaron en paritarias por lo que el entendimiento frustra cualquier posibilidad de diálogo. La voz cantante del titular de APLA, Pablo Biró, comenzó pidiendo aumentos del 60%, después bajó al 50% y ahora exige 40%, según reveló la presidente de Aerolíneas Argentinas, Isela Constantini.
Si se recuerda que la mayoría de los gremios han firmado en paritarias aumentos por la mitad de estas cifras, resulta evidente que este sector aeronáutico prefiere el conflicto antes que acordar y por eso se mantiene en permanente estado de alerta. El sindicalista alega que hace 30 días comunicaron que declararían paros sorpresivos, pero se frenaron al intervenir el Ministerio de Trabajo y dictar la conciliación obligatoria. Debido a la complejidad de las operaciones aerocomerciales, el resto de los gremios del sector hizo causa común, tanto por las amenazas de los pilotos como por el ingrediente político que forma parte del sindicalismo argentino.
Hasta afirman que hay funcionarios que los empujan a los paros porque buscan transferir los pasajeros a las transnacionales, aludiendo al extitular de una compañía extranjera que está en el Gobierno de la CABA.
