Con guitarras, flautas o bandoneón, la Peatonal siempre tuvo músicos callejeros que tocaron a la gorra. Pero la irrupción de Alberto Albarado en el cruce de Rivadavia y Tucumán rompió todos los moldes conocidos. El misionero se instaló con un arpa y desde sus cuerdas de colores fue encantando a la gente con canciones litoraleñas salidas de su instrumento de 500 dólares, comprado en Paraguay.
La de Albarado es una vida de reciente músico callejero, que toca a la gorra desde el mismo día en que la salió la jubilación como empleado municipal, hace tres años. Hasta entonces, sus días los repartía entre largas horas tocando el arpa tras salir de la oficina municipal. "Andar de recorrida por el país con el arpa era un sueño que acuné durante años, pero que no podía concretar por mi trabajo. Y lo que no viví durante décadas, lo estoy viviendo ahora. La devolución de la gente en la calle para mi es impagable’, dijo Alberto.
El misionero de 65 años nació en un pueblo llamado Santo Pipó. Y fue en los yerbatales que descubrió el magnetismo del arpa, a los 9 años. "Acá les dicen trabajadores golondrinas y allá les llamamos arrieros. Ellos van a los yerbatales con sus familias y se desloman durante el día, pero a la noche tocan música y celebran mientras las mujeres hacen la cena. Yo me quedaba con ellos y por entonces había un hombre que tocaba el arpa, que me dio las primeras enseñanzas. Me gustaba tanto, que me armé un arpa con un cajón de membrillos y tanzas de pescar. Fue recién de adulto y en Buenos Aires que aprendí a tocar con un profesor’, contó.
Alberto, con lo que gana en la calle, ya afrontó la grabación de un disco compacto, que vende a 20 pesos. Y se paga los pasajes y estadías a "donde lo lleve el viento’, apuntó.
"Probé en las peñas, pero no me gustó. Mi satisfacción es ver a la gente emocionada o que me pida canciones en la calle. Además, en estos tres años, ya gané un festival de música, aparecí en Crónica TV, en el programa de Anabella, salí en un especial de Cuestión de Peso y toqué en cientos de fiestas. La verdad, pese al tiempo perdido, creo que nací para ser músico callejero’, confesó.
