No se trata de un calificativo ni menos aún de una referencia vinculada a la conducta del hombre sino más bien de que en su expresión "’El hombre superficial” confrontamos al hombre actual con sus mismos objetivos, metas y perfeccionamiento de su misma naturaleza. Lo superficial nos entrega datos o informes acerca de la capacidad que tiene el hombre -varón o mujer- de resistirse al peso de las circunstancias que lo condicionan frente a su propio estado o naturaleza que configuradas por su "’fuerza interior” o como dirían los antiguos, su propio corazón, le da su razón de ser.

Para ser más exactos, la fuerza interior de cada persona debe ser entendida como una virtud en el umbral de la esencia humana, es decir que quien domina su fuerza interior, no sólo equilibra sus pasiones sino que aún más, tiene en su poder las llaves que permiten poner al descubierto los verdaderos intereses del hombre frente a las circunstancias que le toca vivir. ¿Qué lugar ocupa la razón en este proceso? La razón es parte componente de esas llaves, es la misma puerta que al abrirse o cerrarse, justificará o no nuestro proceder.

Nuestra era se caracteriza por experimentar al hombre como superficial, pues frente a las situaciones que debe resolver, fuerza la cerradura de la puerta sin utilizar las llaves para así, evidenciar, es decir, probar o pretender explicar porqué reduce su accionar a lo inmediato sin cultivar el entendimiento para responder a realidades con mayor propiedad.

Por ejemplo: "’Un hombre común es superficial si frente a un hecho que lo involucra no toma ninguna partida para mejorarlo”. "’Las decisiones que este individuo reasumió no modifican ni favorecen la importante cuestión a resolver”. "’Diversos sucesos han marcado el rumbo de este individuo sin que por ello hayan influido notablemente en su persona que permita al menos suponer un cambio en su forma de encausar las relaciones humanas”. También es superficial si una información periodística no profundiza en las causas del problema, para el caso sería superficial aquel opinante que no revela la tesis y sus demostraciones sin hacerlo documentalmente, o bien, al plantear una hipótesis, sus postulados no traen sustanciales datos que develen el problema o estado de la cuestión. Para el caso y a modo de autocrítica, siempre, es el mismo hombre como tal, el cuestionado.

En el orden político sería superficial, el gobernante que se preocupa del aspecto o impacto que ofrecen los resultados de su gestión y no repara en cuestiones de fondo como la educación o los servicios que comprometen situaciones de vida en las que la dignidad del ser humano está en juego, por el sólo hecho de que sus decisiones se apartan de la ley o la constitución que rige el destino de un pueblo. También es superficial todo juicio de valor que un político realice en la medida en que de su afirmación se infiera que los hechos de inseguridad, falta de justicia o creación de fuentes genuinas de trabajo tienen por su discurso expresiones que definen los acontecimientos como sensaciones de inseguridad, oposición al estilo de gobierno por decisiones judiciales o consenso por el trabajo en negro (equitativo) para justificar índices elevados de desempleo. También los diversos cambios en "’estables” rumbos educativos o para el conocimiento, revelan un hombre superficial que matiza con la tecnología y no con la formación de la persona en principios y valores firmes. Estos y un sinnúmero de casos ponen en evidencia que los tiempo que vivimos ponen al descubierto una nueva era, la de "’El hombre superficial” y nos aparta a lo más distante la del hombre con dignidad.

Finalmente damos algunas pautas para enfrentar o salir al cruce del hombre superficial en estos tiempos: -No perder el objetivo por aparentes metas de satisfacción, continuando con el trazado camino e innovando para mejorarlo sin abandonar el compromiso asumido. -No juzgar por las apariencias, más bien sacrificarse para trabajar más y mejorar la condición de persona. -Dedicarse al trabajo sin especular por sacar ventajas de lo que no se realiza. -Defender la vida como clave concepto para la oportunidad y desarrollo de las personas en el marco de la responsabilidad y madurez con experiencia de vida y no prematuramente en relaciones que generan irresponsabilidad manifiesta y crean necesidades permanentes. -Entender que el sexo no es la finalidad de la relación, ni sostenerlo como la causa final del éxito en los vínculos humanos sino como complemento del amor que permanece en la unión con su verdadero fin, los hijos. -Indagar en el conocimiento demostrativo y fundado sin contentarse con la información de forma. -Desarrollar la libertad de pensamiento sin poner fin al estudio, los diálogos y la creatividad, procurando la construcción del saber, produciendo conocimiento y compartiendo el mismo con los semejantes.

(*) Filósofo, pedagogo, orientador escolar y escritor.