España, 28 de septiembre.- El final de un escrutinio agónico, el independentismo celebró anoche un triunfo amplio en las elecciones de Cataluña, que le permitirá formar la mayoría absoluta en el Parlamento regional, y ratificó su voluntad de impulsar un proceso que culmine en la ruptura con España.

Pero la rebelión encabezada por el presidente autonómico, Artur Mas, nace herida por una carencia difícil de enmascarar: las dos listas que proponían abiertamente la secesión sumaron 47,87% de los votos y no pudieron exhibir el apoyo soñado de la mitad más uno de los ciudadanos.

Mas y sus aliados habían planteado que las elecciones anticipadas para formar un nuevo gobierno regional serían un virtual plebiscito para que los catalanes expresaran qué relación quieren tener con España. Aunque divididos, los cinco candidatos que se oponen a la separación acumularon el 50,41% de los votos. Todos ellos enrostraron a los separatistas que un referéndum se gana con la mayoría neta de sufragios y no con la suma de escaños.

Anoche, delante de 5.000 simpatizantes que festejaban con un ánimo confuso en el barrio barcelonés del Born, Mas desechó esa interpretación. "Hemos ganado. No aflojaremos. Tenemos un mandato democrático claro y la legitimidad para seguir adelante con nuestro programa", dijo el presidente, líder del partido Convergència.

Su socio Oriol Junqueras, de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), clamó: "Nuestra responsabilidad es avanzar hacia la independencia. Vamos a escribir las páginas más gloriosas de nuestro país".

Mas y Junqueras integran la lista Junts pel Sí, que obtuvo el 39,66% de los votos y 62 diputados. La otra lista del separatismo, los antisistema de ultraizquierda de la Candidatura d’Unitat Popular (CUP), sumó 8,21% y 10 escaños.

La mayoría parlamentaria se conquista con 68 bancas, con lo que los independentistas tienen garantizado el control del gobierno. El problema para el liberal Mas es que la CUP no está dispuesta a investirlo presidente. El triunfo de anoche puede ser su jubilación: es muy probable que Junts pel Sí deba ofrecer otro candidato a encabezar la Generalitat en pos de un pacto nacionalista. El socialdemócrata Junqueras o el ecologista Raül Romeva asoman como aspirantes a sentarse en el sillón de mando del proceso soberanista en esta nueva etapa.

Entre las fuerzas que pugnan por mantener la unidad emergió de pie Ciudadanos, el partido liberal que en toda España lidera el catalán Albert Rivera. Ayer, su postulante Inés Arrimadas -nacida en Andalucía- logró el 17,9% de los votos (25 bancas, 16 más que las que tenía) y será la principal oposición. "La mayoría de los catalanes le hemos dado la espalda a Artur Mas. Con el resultado de hoy sólo puede hacer una cosa: dimitir", enfatizó Rivera, al filo de la medianoche.

El socialismo no pudo detener su caída en Cataluña. Perdió cuatro diputados y quedó tercero, con 12,7%. Pedro Sánchez, candidato a presidente de España, habló desde Madrid y también machacó sobre el caudal insuficiente de los independentistas: "Perdieron los que dijeron que era un plebiscito. Ahora toca coser una Cataluña fracturada y dividida". Su propuesta es abrir un proceso de reforma constitucional que redefina la relación entre las regiones y el Estado central.

El presidente del gobierno español, Mariano Rajoy (PP), respiró aliviado pese al monumental fracaso de su candidato, que quedó quinto (8,48% de los votos y ocho diputados perdidos). Rajoy siguió los resultados desde la sede madrileña de su partido. Estuvo al filo de toparse con una crisis de Estado en toda regla. De madrugada se volvió discretamente a la Moncloa, sin dar discursos.

Otro traspié estrepitoso lo encajó Podemos, el partido de los indignados, que participó aliado a otras fuerzas de izquierda. Lejos del segundo lugar que algunas encuestas le otorgaban, acabó cuarto, con menos del 9%.

Pese a la dimensión casi existencial de la votación, el 27-S transcurrió sin incidentes. Los catalanes salieron masivamente a votar (la participación alcanzó el récord del 76%). Muchos iban con banderas o camisetas independentistas. Otros -los menos-, con símbolos españoles. La gran mayoría soportó las larguísimas colas con infinita paciencia.

Militantes de todos los partidos recorrían las mesas y, disimuladamente, hacían el último intento de convencer a los electores, como una voz de la conciencia. La ansiedad se filtraba en cada conversación en las calles de Barcelona. Los ánimos se agitaron a las 20, cuando cerraron las urnas. TV3, el canal del gobierno de Mas, difundió un sondeo en boca de urna que le daba al independentismo casi el 50% de los votos. En el búnker del Born estalló una fiesta con pretensiones históricas. La euforia se fue moderando a medida que se volcaban en el sistema los resultados oficiales y saltó a la luz que ni de lejos está dicha la última palabra en el delicado conflicto catalán.