El disidente chino encarcelado Liu Xiaobo, fue distinguido con el Premio Nobel de la Paz 2010 por su larga y no violenta lucha a favor de los derechos humanos fundamentales en China. Tres días después del anuncio, la esposa del galardonado fue puesta bajo arresto domiciliario en su casa de Pekín, tras haber visitado a su marido en la cárcel.

A diferencia de algunos miembros de la fracturada y perseguida comunidad disidente china, Liu ha sido un ferviente defensor del cambio político pacífico y gradual, en lugar de un enfrentamiento violento con el gobierno. Fue firmante de la Carta 08, un texto que reclama que China comunista avance hacia la democracia. La policía china arrestó a Liu horas antes de que se difundiera ese texto y posteriormente se lo condenó a 11 años de prisión.

La mayoría de los países democráticos han celebrado este premio, excepto aquellos dirigidos por gobernantes autoritarios y enemigos de la libertad, como el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, quien expresó solidaridad al gobierno de la República Popular China, y a su presidente Hu Jintao. En China, una nación en la que la ideología totalitaria comunista no permite el disenso ni la libertad de expresión, los derechos humanos no son respetados. Después de la intervención de Liu Xiaobo en las protestas estudiantiles en Tiananmen, fue acusado de "propaganda revolucionaria e incitación al delito” por su participación en una huelga de hambre en esa plaza. Fue arrestado, encarcelado 21 meses y perdió su derecho a hablar públicamente en China o a publicar. Su vida académica quedó enterrada en Tiananmen, junto a todos los estudiantes que fallecieron esa noche. Por sus constantes declaraciones en temas tabú como el Tibet, la democracia y el autoritarismo, estuvo en la mira de las autoridades desde su salida de la cárcel en 1991. Y en 1996, fue enviado tres años a un campo de reeducación, a los que se añadieron ocho meses de cárcel por sus críticas al Partido Comunista y al sistema unipartidista chino. Su coraje no decreció, quedando de manifiesto cuando en la Corte dijo no arrepentirse y afirmando que esperaba ser "la última víctima de la inquisición literaria sin fin de China”.

Su declaración es una lección magistral que el mundo debe aprender: "La libertad de expresión es la base de los derechos humanos, la fuente de la humanidad y la madre de la verdad. Bloquear la libertad de expresión es pisotear los derechos humanos, estrangular la humanidad y eliminar la verdad”.