El músico y compositor santiagueño Sixto Palavecino, máximo difusor del quechua en la Argentina, falleció ayer por la tarde, a los 94 años como consecuencia del agravamiento de su delicado estado de salud. Internado en el Instituto de Cardilogía de la capital provincial, el artista que padecía Mal de Chagas desde hace años, fue tratado por problemas cardiológicos, pero luego se complicó a raíz de una fuerte neumonía por broncoaspiración.

Ejecutante del violín sachero surgido de las entrañas del monte santiagueño, Sixto construyó una obra sostenida por iguales dosis de tradición y creatividad. Nacido en la localidad de Barrancas, departamento Salavina, el 28 de marzo de 1915, se crió a orillas del río Dulce donde empezó a cultivar su pasión por la música. A los 13 años tuvo su primer violín y tiempo después fue parte del conjunto folclórico "Corazón de madera" que alcanzó notable trascendencia, especialmente en los departamentos quechua-parlantes. Realizó composiciones bilingües y se encargó de traducir canciones, poemas, libros y hasta el Martín Fierro y el Himno Nacional Argentino al quechua; lengua en la que dijo sus últimas palabras, hablándole a su madre, según contó su hija Haydée.

Peluquero de grandes personalidades y de changuitos santiagueños a quienes no les cobraba, fue también mentor del espacio radial "Alero Quechua Santiagueño" que por más de 30 años sirvió para afianzar una cultura esencial del pueblo santiagueño; e impulsó una agrupación cultural nativista cuyo lema es "Ama Sua, Ama Llulla, Ama Ckella" (Ni ladrón, Ni mentiroso, Ni holgazán).

Por fuera de esta pasión que impregnó toda su actividad, el talento de Palavecino le permitió vincularse musicalmente con otros artistas locales e internacionales como León Gieco, Mercedes Sosa, toda la familia Carabajal, Chico Buarque, Pablo Milanés, Milton Nascimento y Pete Seeger.

Pese a ese tránsito, en una entrevista al matutino La Nación aseguró que "nunca he vivido de la música. Yo he hecho más cultura que contrato. En los últimos años empezaron a tenerme en cuenta por la musiquita sachera, que sachero quiere decir del monte, montaraz. Pero vivir de la música no he vivido".

Algunos de los lauros cosechados en su trayectoria fue un homenaje, en 1997, de la Presidencia de la Nación por su aporte cultural y también la distinción con el título "Doctor honoris causa" por la Universidad de Rosario.

Su vida inspiró a un importante escritor santiagueño, el profesor Lisandro Amarilla, quien en 1993 hizo su biografía novelada a la que llamó "El violín de Dios" y al cineasta Daniel Rojas para el documental "La savia del algarrobo" (2000). (Télam)