Junto con el Bicentenario existe otra recordación que no debe pasar inadvertida en nuestra tierra sanjuanina. Se trata del natalicio del Dr. Antonino Aberastain, el "mártir de La Rinconada" como lo llaman los historiadores. Según Horacio Videla nació "junto a los clarines que anuncian la patria", el 10 de mayo de 1810. Fueron sus padres don Luis Aberastain y doña Manuela de la Rosa. Por su parte Juan Rómulo Fernández expresó que la familia Aberastain es de origen vasco y se remonta al siglo XVIII, cuando llegaron a esta tierra. El apellido original fue Berastayn y luego se castellanizó como Aberastain.
Se cuenta que esta familia poseía poco y nada de riqueza en el tiempo en que Antonino era niño, motivo por el cual hicieron toda clase de sacrificios para que pudiera estudiar. En esta situación de carencias inició sus estudios primarios en la célebre Escuela de la Patria, institución que alimentó sus ansias de conocimientos. Luego se vio beneficiado por una ley del gobierno de Buenos Aires que establecía, a manera de premio, una beca para aquellos estudiantes destacados que hubiera en el interior. De esta manera marchó rumbo a Buenos Aires, ingresando al prestigioso Colegio de Ciencias Morales. Concluido este ciclo se inició en los estudios de jurisprudencia en la Universidad de Buenos Aires, graduándose como abogado en 1832. Una vez graduado, prosiguió perfeccionándose en derecho, iniciando su meteórica trayectoria pública que larga sería de reseñar. Sin embargo los jalones más significativos de corta vida serían éstos. Uno de los cargos que ejerció fue el de Juez de Alzada, durante la gobernación de Nazario Benavides. Luego se enroló en el partido liberal, hecho que tiene que ver con la filial de la Asociación de Mayo que Manuel Quiroga Rosas instaló en 1838 en San Juan. En esta sociedad participó activamente junto a Domingo F. Sarmiento e Indalecio Cortínez, siendo también redactor del "Zonda". Consecuencia de una irrupción federal tuvo que alejarse de su provincia, marchándose a Salta, donde ocupó un importante cargo político. Después lo vemos en Jujuy, también en funciones públicas. Finalmente sobrevendría su largo exilio en Chile, casi 15 años, radicándose en Copiapó, lugar donde ejerció su profesión y ayudó en la explotación minera. Cabe decir que Aberastain durante su exilio en Chile, contrajo enlace con una bella jovencita sanjuanina llamada Magdalena Brihuega. En San Juan y de acuerdo a lo que cuenta el citado Juan Rómulo Fernández, "la casa solariega de la familia Aberastain situada en el ángulo noroeste de la ciudad, fue destruida por el terremoto de 1944".
Más tarde, en 1852 cuando Rosas fue derrotado en Caseros, regresó a San Juan y nuevamente entró en escena, participando ampliamente en el universo político de aquella turbulenta época. Así llegamos al aciago tiempo en que fue nombrado gobernador interino de San Juan el correntino José Virasoro. Al concluir su mandato provisional adquirió, vía legislatura provincial, el cargo de gobernador legal, lo cual acentúo la irritación de los liberales sanjuaninos y del pueblo en general hacia éste foráneo personaje. Estas circunstancias llevaron al estallido revolucionario que culminaron con el asesinato de Virasoro y algunos de sus amigos y acompañantes. El motín fue liderado por un chileno llamado Pedro Nolasco Cobo. En este contexto el Dr. Aberastain ocupó finalmente el cargo de gobernador. Inmediatamente el presidente de la Confederación, Santiago Derqui decidió intervenir la provincia, enviando al puntano Juan Saá, alias "Lanza seca", junto a sus aguerridas tropas. Aberastain y sus partidarios resolvieron resistir hasta las últimas consecuencias, considerando la intervención un atropello a la autonomía provincial. Con un grupo de hombres inexpertos, con escasa preparación, se entablaron en una feroz lucha contra soldados profesionales. En La Rinconada de Pocito, el 11 de enero de 1861, se produjo el encuentro. Como era obvio el improvisado ejército sanjuanino fue vencido, quedando sacrificada "la flor de la juventud sanjuanina"; sobreviniendo luego el terrorífico calvario de nuestro hombre. Al día siguiente y ya preso fue obligado a caminar, casi desnudo, con sus pies lacerados, por las ardientes tierras y arenas pocitanas, las cuales, bajo un sol abrasador, expelían fuego en aquella largar jornada del verano sanjuanino. Al llegar a un punto -los árboles o la alameda de Barboza- y en circunstancias que varían según el historiador que narra el hecho, Antonino Aberastain fue cobardemente fusilado por orden del coronel Francisco Clavero. Hondas fueron las consecuencias políticas que produjo este crimen, como el enfrentamiento entre Buenos Aires y la Confederación en la batalla de Pavón; pero sobre todo el alma del pueblo quedo profundamente herida y consternada.
