En la actualidad toda universidad que se precie de serlo cumple tres funciones, la de reproducción, la de investigación y la de extensión. La reproducción es sencillamente el trabajo docente. La investigación se hace teniendo en cuenta esencialmente la obra de René Descartes: "El discurso del método para dirigir bien la propia razón y buscar la verdad en las ciencias”, publicado por primera vez en 1637. Este libro decide en lo esencial el método científico a partir del cual los universitarios trabajamos cualquiera sea nuestra formación. Se presenta como un todo o se emplea el método o no se lo emplea. La extensión es la función por la cual la universidad difunde su trabajo básicamente el producto de lo que logran sus investigadores. Se admite que los encargados de esta función son los mejores, los paladares negros pues su tarea es llevar con lenguajes comprensibles a los sectores más amplios de la población los problemas más complejos. Aunque lo más importante es que estas funciones no pueden considerarse aisladamente, hacen un todo y todo trabajo universitario debe incluir aspectos del mismo.
El Método Cartesiano ha permitido además de portentosos avances tecnológicos combatir el fraude y el obscurantismo. Habitualmente se recurre a la Universidad para combatir el fraude, un ejemplo entre muchos es el que ocurrió con el pseudocientífico Ronald Richter, un austríaco, firme partidario del nacional socialismo que encontró refugio en Argentina. Y convenció nada menos que a las autoridades nacionales de que podía controlar el proceso de la fusión nuclear, que es la forma mediante la cual las estrellas producen energía, procedimiento que en realidad aun en la actualidad no se ha logrado a escala humana. Pero Richter afirmaba que él estaba en posesión del secreto y se le otorgaron fondos fabulosos a través de un proyecto que se llamó Huemul para lograr el prodigio. Se instaló en Bariloche y comenzó a gastar en forma desconsiderada llegando a afirmar en 1951 que había logrado controlar el proceso de fusión aunque no aportó prueba alguna y mucho menos publicó nada. El escándalo fue en aumento y debido a ello en 1952 se nombró a un conjunto de universitarios, liderados por José Antonio Balseiro que desenmascararon el engaño. El Instituto de Física de la Universidad nacional de Cuyo tuvo también un rol importante en la denuncia del fraude lo que le dio un gran prestigio a la institución. Richter no contestó ninguno de los informes ni experimentos que demolían sus enunciados. Como tampoco absolutamente nadie criticó ni dudó del trabajo realizado por el equipo de Balseiro, a Richter no le quedó más remedio que pasar a un largo ostracismo que duró hasta su muerte. El obscurantismo es también siempre combatido por la universidad, todavía existen alquimistas, quiromantes, astrólogos, y muchos charlatanes devotos del método de Richter que no dejan de asombrarnos con sus opiniones y ocurrencias. Tienen todo el derecho de divulgarlas porque si algo es importante es el derecho a la libre expresión. Todos ellos mantienen una relación esquizofrénica con el método científico, porque por un lado lo detestan porque descubre sus imposturas, pero también lo admiran porque proporciona un prestigio que sus artes necesitan. El sueño de tanto ocurrente es que el método cartesiano convalide sus creencias, y les de la fama que necesitan para sobrevivir.
Esto es lo que ha ocurrido con un trabajo que firma la Universidad Nacional de Cuyo sobre polución en los ríos del norte sanjuaninos. Lo primero que llama la atención es el rol que ha cumplido la función de extensión. Parece que la redacción a difundir no ha sido realizada por los mejores sino por los peores que se podría haber encontrado para cumplir tal papel. Abundan las exageraciones, las distorsiones en síntesis deducciones increíbles de intentar comparar autos con manzanas. Artículo que ha hecho mucho mal a tantos sanjuaninos que sabemos de los logros de nuestra agricultura en el manejo del agua del riego y más todavía a los que apuntalamos el desarrollo minero como una forma de salir del estancamiento y la pobreza. Más insólita es la pretensión de presentar la investigación como algo totalmente objetivo, cuando precisamente la ciencia no lo es. Afirmar lo contrario es prueba de ignorancia o mala fe o de la suma de ambas cosas. Hasta la obtención de una simple radiografía de un fémur humano conlleva una carga de subjetividad. Dudo de la idoneidad de quienes tomaron las muestras de agua y de los lugares elegidos para realizarlas porque son personas que precisamente no están habituadas a la utilización del método cartesiano. Cuando hay dudas el recurso del método indica que hay que hacer un nuevo estudio completamente independiente de lo ya aportado, al que además hay que revisar. Es lo que se hizo cuando lo de Richter cuyas andanzas causaron tanta vergüenza a los argentinos. Es de suponer que la UN de Cuyo seguirá el mismo camino.
