Primero se habló del batacazo de Suiza sobre España, ayer fue la proeza de Serbia ante Alemania y entremedio sonó Eslovenia, un desconocido que tiene un pie y medio en octavos. Pero nada de ello fue realmente noticia, porque estas tres selecciones son una consecuencia de la mediocridad que presenta este Mundial.
Es que mientras las potencias sigan con un nivel tan pobre, casi decepcionante en algunos casos, todo puede pasar en Sudáfrica. Se lleva disputado un tercio del campeonato (23 de 64 partidos) y Francia, el campeón del 2002, probablemente tenga que reclutarse en la cima de la Torre Eiffel puesto que con un empate y una derrota ya empezó a despedirse. Otra decepción es Inglaterra, que sin Beckham acusa haber perdido el rumbo y con dos igualdades está con la soga al cuello. Alemania, el tricampeón, deberá beber cuanta cerveza se produzca en su país para olvidar rápidamente como un tal Serbia, lo venció y le complicó la clasificación.
Ni hablar de Italia, el defensor del título, que se desdibujó ante la garra Guaraní. España, a quien agrandaron a tal punto de ponerle el rótulo de "el gran candidato", tuvo mucho toque pero no tiró al arco y a este deporte se gana con goles y como consecuencia Suiza le dio un castañazo.
No estamos ante el Mundial de las sorpresas, sino ante el de las dudas y deudas en lo que parece un tiempo de recambio, donde Argentina y Brasil, de haber mejoras, tienen el camino allanado para la final. Del resto, prefiero al Argentinos del Bicho Borghi o al Estudiantes de Sabella, esos sí que tiene mística y juegan por la gloria.
