El fútbol brasileño desató un llanto incontenible tras sufrir la derrota más dura de su historia en el Mundial de 1950, cuando Uruguay lo derrotó 2-1 en la final, eternamente recordada como el "Maracanazo".

El Mundial de aquel año había sido organizado por Brasil con toda la expectativa de ganarlo, ya que su seleccionado contaba con un enorme potencial técnico. Su designación fue en 1946, apenas finalizada la Segunda Guerra Mundial, y el seleccionado argentino, por segundo Mundial consecutivo, no concurrió a la cita ante las diferencias entre la AFA y las autoridades del fútbol brasileño.

La realización de la Copa Jules Rimet en 1950 facilitó la construcción de un estadio en Río de Janeiro, el Maracaná, hoy convertido en mito y reformado para la disputa del Mundial 2014. Los locales, España, Uruguay y Suecia se clasificaron para jugar la rueda final de cuatro equipos por puntos.

El partido final lo disputaron el 16 de julio de 1950 el país organizador, que llegó puntero del cuadrangular, y Uruguay, segundo a un punto, a quien muy pocos le daban chances de alzarse con el trofeo.

El marco de aquel gran partido fue uno de los más importantes que se hayan visto. A pesar de que la capacidad real del flamante Maracaná era de 174.000 personas, asistieron poco más de 180.000 espectadores, de los cuales sólo unos 100 eran uruguayos.

Y Uruguay dio el golpe al ganar el partido 2 a 1, luego de haber estado en desventaja. Un silencio profundo invadió el estadio, que se había preparado para otro carnaval y terminó despoblado.

En oposición, miles de hinchas de la "celeste" se lanzaron a las calles de Montevideo para festejar su segundo título mundial y el triunfo, que tuvo ribetes heroicos y cristalizó la epopeya del "Maracanazo".

El escritor uruguayo Eduardo Galeano, en su libro "El fútbol a sol y sombra", narró que el célebre capitán uruguayo Obdulio Varela, conocido como "El Negro Jefe", pasó la noche posterior al partido bebiendo cerveza, de incógnito, en los bares de Río de Janeiro.

"Al día siguiente, huyó del gentío que lo esperaba en el aeropuerto de Montevideo, donde su nombre brillaba en un letrero luminoso. En medio de la euforia se escabulló disfrazado de Humphery Bogart, con un sombrero y un impermeable de solapas levantadas".