Leonardo, arquitecto, es quien preside la Fundación Spilimbergo, encargada de difundir el legado del famoso artista y docente. Uno de los cinco nietos de Lino, junto a su hermano Fernando llegarán el jueves a la provincia. Pero antes de pisar por primera vez el suelo donde vivió su abuelo y en el que nació su padre, conversó con DIARIO DE CUYO. “Tengo entendido que mi padre y mi abuelo volvieron después a San Juan” cuenta el profesional nacido en 1960, cuando Spilimbergo y Germaine se fueron a vivir a París, ya que ella tenía a su madre enferma y le había pedido a Lino estar con ella. “Luego él volvió a Argentina por unos trámites y la mujer que le mantenía el taller había desinfectado. Eso afectó su asma, así que los médicos le indicaron que antes de volver a París fuera a Unquillo, donde tenía su casa desde el “52. Y estando allí falleció. Germaine estaba en Francia y como no subía a aviones, llegó después del entierro porque viajó en barco´, comentó Leonardo. “Yo era muy chico, no fui al velatorio, pero fue una gran ceremonia. Se le envió el Tango 01 para traerlo de Córdoba, se lo veló en la Academia de Bellas Artes y el cortejo pasó por lugares como la Asociación Argentina de Artistas Plásticos y el Museo de Bellas Artes´, agregó. “Spilimbergo es un caso único. Perteneció al grupo de París pero fue el único que no viajó becado. Y es el artista que vuelve para dar sus clases en escuelas públicas, donde no sólo compartía sus conocimientos. En los “40, en Tucumán, iba a comer y le pedía al mozo un bife grande, con varios huevos y muchas papas, e invitaba a sus alumnos. Así como exigente, era un ser extraordinariamente humano. Eso lo define´.
