Recibió a DIARIO DE CUYO con una gran sonrisa y los pulgares en alto. Y emocionado empezó a hablar sobre el inicio de su “nueva y mejor vida”. Gustavo Fernández, el chico de 9 de Julio que casi hizo llorar a la Presidente en el 2008 cuando inauguró una escuela, regresó a su casa luego de estar 5 días en un hogar transitorio con su madre y dos hermanos. Allí los trasladó Desarrollo Humano después que se diera a conocer en la condición precaria en la que vivía y que se corriera la versión de era víctima de maltrato familiar.
Gustavo corrió para acostarse en la cucheta. Tuvo que respirar profundo para comenzar a hablar. ‘Aún me agito cuando corro, pero estoy contento. Tengo documento y un montón de cosas nuevas’, dijo.
Como si estuviera haciendo un inventario, el chico contó que, además de las 2 cuchetas, desde Desarrollo Humano le llevaron zapatillas, ropa y frazadas. También, que los empleados municipales ya terminaron el baño de la casa y que están construyendo la nueva cocina comedor. Sólo se quejó de que ahora su mamá lo deja salir de la casa únicamente para ir a la escuela. Dijo que es para cuidarlo. El chico admitió que tomaba vino con sus amigos, pero en la calle y no en su casa y con toda su familia como dijeron desde la escuela y algunos vecinos. ‘Tomaba porque mis amigos me decían “tomá, no seas maricón”. Pero no lo voy a hacer más porque quiero ser un buen ejemplo para mis hermanos más chicos’, sostuvo.
En cuanto a su estadía en el hogar transitorio, Gustavo dijo que sólo tiene buenos recuerdos. Agregó que allí pudo desayunar, almorzar, merendar y cenar todos los días, cosa que no siempre sucedía en su casa por falta de alimentos. Pero, que a pesar de los buenos momentos, ya quería regresar a su casa. ‘Tenía ganas de ver cómo estaba quedando la casa con los arreglos. Y el regreso fue hasta con una sorpresa. Mi papá nos dijo que se había amigado con mi mamá y que iba a volver a vivir con nosotros. Qué lindo, vamos a volver a ser una familia’, dijo,
El caso de Gustavo salió a la luz la semana pasada cuando fue hospitalizado por un ataque de epilepsia que le desencadenó un paro cardíaco. Cuando recibió el alta, este medio lo visitó en su casa que las lluvias de febrero dejaron al borde del derrumbe. Su historia conmovió a los lectores que coparon las redes sociales ofreciéndole ayuda. Al mismo tiempo, desde la escuela Juana Azurduy a la que asiste, salieron a decir que el chico era víctima de abandono y alcoholismo. Fue cuando Desarrollo Humano decidió trasladarlo con su familia a un hogar transitorio para tratar el caso que todavía siguen evaluando (ver aparte).
