La panadería no se ve a simple vista, pero ya comenzó a ser conocida como el lugar que da trabajo y la oportunidad de cambiar de vida. Se llama la ’Nueva Esperanza’ y es obra de un grupo de hombres que dejó atrás la adicción a las drogas y la delincuencia y que la inauguró para rescatar a otros chicos de estos flagelos. Funciona en Villa Krause, Rawson, y de a poco fue sumando clientela y mano de obra.
A principio de año se concretó el sueño de Jonathan Vera y Hugo Santander: abrir las puertas de la Nueva Esperanza para darle trabajo y contención a los jóvenes que como ellos dos pasaron por el ’infierno’ de la cárcel y de la droga. Todo gracias a la Iglesia Evangélica El Verbo de Dios que conocieron mientras estuvieron presos. ’Cuando estaba en el Penal sentí que mi vida tocó fondo, pero todo cambió cuando nos empezó a visitar el pastor de esta iglesia, Osvaldo Vera. No sólo nos enseñó la palabra de Dios sino también que podíamos cambiar de vida si nos los proponíamos. Y lo logramos’, dijo Santander.
El hombre contó que cuando recuperó la libertad el pastor le prestó un departamento para que viviera, ya que no tenía a dónde ir. Ese lugar hoy alberga a la Nueva Esperanza.
En una habitación funciona el depósito de harina y demás productos necesarios para preparar las semitas y facturas caseras. En otra, están los cajones en los que transportan las latas con la mercadería hasta el horno. Mientras que la restante fue destinada al amasado. Allí no hay mucho lugar disponible, ya que en poco tiempo creció la cantidad de empleados. ’Ahora somos 5 los que trabajamos en la panadería porque le dimos trabajo a dos chicos más que cumplieron su condena y que estaban dispuestos a dejar la mala vida. Gracias a Dios nos está yendo bien, aunque necesitamos ayuda para ampliar el negocio’, dijo Jonathan Vera.
Por ahora, los chicos venden su producción a los negocios cercanos porque no pudieron iniciar la venta al público por falta de espacio. Dijeron que necesitan un salón donde poder exhibir la mercadería, ya que esa es la forma de atraer a la clientela. ’Las máquinas para iniciar la panadería las conseguimos a través del Patronato de Liberados y de una organización solidaria, pero los insumos los compramos con plata de nuestros bolsillos. Por eso las ganancias de las ventas son para reponer mercadería y mantener a nuestras familias. No podemos ahorrar todavía’, dijo Santander.
Para aumentar las ganancias, los chicos de la Nueva Esperanza participan en diferentes eventos organizados por el Gobierno para vender su mercadería. El último fue la Feria de los Talleres Comunitarios que se realizó en la Plaza Seca del Centro Cívico. En esa oportunidad no sólo vendieron todas las semitas y facturas que llevaron, sino que además recibieron algunos pedidos extras. ’Todo esto es gracias a Dios. Él nos sacó de la mala vida para darnos una nueva oportunidad. Es por eso que cada mañana, antes de comenzar con el trabajo, dedicamos unos minutos a leer el evangelio del día y a rezar para darle gracias y pedirle que nos siga bendiciendo para concretar nuevos proyectos’, dijo Santander.
El hombre contó que el pastor evangélico les donó una finca a la que quieren convertir en hogar para exconvictos y adictos que no tienen dónde vivir y que quieren cambiar de vida.
Predicar con el ejemplo
Hugo Santander y Jonathan Vera visitan el Penal de Chimbas 4 veces a la semana para leerle la Biblia a los presos y para demostrarle que si se lo proponen pueden cambiar de vida como lo hicieron ellos. Además, todos los domingos a las 8 de la mañana llegan a la puerta de este lugar para darle café con facturas a los familiares que esperan visitar a los convictos. En tanto que una vez al mes también dan charlas en las escuelas secundarias de zonas marginales, según dijeron, para incentivar a los adolescentes a llevar una vida sana, lejos de la delincuencia y de la droga, y a terminar los estudios para conseguir un trabajo digno en el futuro.
