Vaticano, 21 de Abril.- El papa Francisco ordenó sacerdotes por primera vez en su pontificado a un grupo de diez diáconos, seis italianos, dos de la India, uno de Croacia y un argentino, Alberto López Pantano, sanjuanino de 40 años. "Sean pastores, no funcionarios. Sean mediadores, no intermediarios. Tengan siempre ante los ojos el ejemplo del buen pastor que no vino para ser servido sino para servir", exclamó el Pontífice a los nuevos sacerdotes durante la misa que presidió en la basílica de San Pedro.
Renovando la tradición romana de celebrar las ordenaciones sacerdotales en el cuarto domingo de Pascua, llamado “del Buen Pastor” -que este año coincide con la 50º Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones- que llevó por el Mensaje de su predecesor Benedicto XVI para esta Jornada Mundial: “Las vocaciones signo de la esperanza fundada sobre la fe”, que se inscribe en el contexto del Año de la Fe y en el 50º aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II.
Como establece el rito de ordenación de los presbíteros, a la pregunta del Obispo de Roma: “¿Quieren unirse cada vez más estrechamente a Cristo, sumo sacerdote, quien se ofreció al Padre como víctima pura por nosotros, y consagrarse a Dios junto a él para la salvación de todos los hombres?”, los ordenandos responden “Sí, quiero, con la gracia de Dios”.
Durante la homilía que improvisó el Papa los instó a dar la palabra de Dios que "ustedes mismos han recibido con alegría, recuerden a sus madres, a sus abuelas, a sus catequistas, que les han transmitido el don de la fe".
El único objetivo de los sacerdotes "debe de ser satisfacer a Dios no a ustedes mismos", advirtió el papa.
Tras la homilía del pontífice, se pronunciaron los compromisos de los elegidos, se cantó la letanía de los santos con los diez presbíteros postrados en la tierra y la oración de ordenación.
Al final de la ordenación, los nuevos sacerdotes muy conmovidos, se colocaron la estola y la casulla, y el papa ungió sus manos con el santo crisma.
Después de entregarles la hostia en la patena y el cáliz con el vino para la celebración de la Misa, el papa intercambió con cada uno de ellos un abrazo y el beso de la paz entre los aplausos de los fieles. Por último, el canto el Credo.
