La huella de tierra, casi inexistente, empieza a bifurcarse en varias direcciones. Sólo los más conocedores de la zona pueden llegar hasta El Retiro. A simple vista y desde la ruta que lleva a Pismanta o a Las Flores, el lugar no puede divisarse. Aun cuando se trata de un inmenso bosque de álamos, sauces y olmos centenarios. Pero cuando se toma la huella adecuada, ésta conduce directamente a un oasis al pie de la cordillera. Se trata de un paraje donde se cría caballos de raza, que está a poco más de 20 kilómetros de Rodeo. Y es por su dificultad de acceso y de ser visto a la distancia, que el lugar se llama El Retiro.
El Retiro volvió a tomar vida hace 15 años, cuando llegaron al lugar nuevos dueños. Originariamente, estas tierras pertenecían a la Estancia Guañizuil, que data de fines del siglo XIX, cuya dimensión era de 260.000 hectáreas. Durante más de 30 años, el paraje estuvo abandonado. Pero en su época de oro, según cuenta Claudio Ponce, un lugareño, había grandes plantaciones de pasto. Ahora, esto cambió para destinar una buena parte del lugar a la cría de caballos y a la plantación de lechugas y zapallitos, entre otras verduras, para obtener semillas y luego venderlas.
El canto de una veintena de distintas especies de pájaros y el sonido del viento que mece la copa de los inmensos árboles forman parte de un escenario donde abunda el verde y los caballos. Hay hasta un nido de águila cerca de una de las viviendas. "Acá está prohibido andar con malas ondas", dice Pascual Alferillo, propietario de una de las casas de fin de semana. Y es que la paz se respira en cada rincón.
Los árboles son un espectáculo aparte. Varias especies centenarias se levantan hacia el cielo, contrastando con la cordillera, que está a pocos kilómetros del lugar. Dicen que los olmos y los sauces los mandó a plantar Federico Cantoni, cuando era gobernador de San Juan. Las numerosas huellas que se entrecruzan tienen una razón de ser. Todas llevan a distintos puntos, donde Cantoni mandó a construir canales para el regadío. Incluso, Claudio Ponce, que vive allí, dice que el caudillo paró una vez en la casona que tiene más de 100 años y que está justo en la entrada de El Retiro, y donde hoy vive Ponce.
La construcción de adobe, pero intacta a pesar del paso de los años, contrasta con las casas de estilo moderno que sólo se usan durante las vacaciones o fines de semana. Otra atracción para la vista son las pesebreras construidas especialmente para albergar a más de una veintena de caballos que hay en el lugar. Y es justamente cabalgar una de los principales entretenimientos que tienen los que llegan a descansar a este lugar.
Lentamente y a fuerza de trabajo de los que están allí, El Retiro se está convirtiendo en un paraíso escondido, al pie de la cordillera, plagado de caballos, pájaros y olor a heno mezclado con yerbabuena. El escenario perfecto para quien busca alejarse de la civilización.
