En su mesada de travertino, el chocolate en rama se hacía en invierno y en verano, así hicieran 40 grados a la sombra. Los fanáticos de lo dulce sabían que los 365 días, en la cabaña del Parque había un mini paraíso para disfrutar. Ahí, sobre la Libertador y frente al monumento de San Martín estaba la fábrica de chocolate, que tras mutar a confitería con los años, cerró sus puertas y quedó en el abandono. La llamada Casita de Chocolate hoy es blanco del vandalismo y su futuro es una gran incógnita, ya que no se sabe si será refaccionada, refuncionalizada o demolida.

La cabaña fue inaugurada en 1992, aprovechando la edición de la Exposol y nació por iniciativa del periodista Antonio Tony Nacusi. Por entonces había renunciado a su actividad en televisión para dedicarse al sueño que empezó a gestar en Bariloche, en su luna de miel en 1989: tener una fábrica de chocolates.

"Aunque cada vez quedan menos, por aquella época el bosquecito de pinos que estaba detrás del casino y en lo que hoy es la Feria de las Pulgas tenía muchos ejemplares. Y hacer una cabaña estilo barilochense en ese bosque surgió casi naturalmente", contó Nacusi.

"El Parque de 1992 no era el de ahora. Estaba mal cuidado, era oscuro y hasta peligroso. Yo le presenté un proyecto al intendente (de la Capital) Javier Caselles para hacer la cabaña y darle más vida social al lugar. La Municipalidad me prestó el espacio y con mi familia levantamos la cabaña, ladrillo por ladrillo’, recordó el periodista, quien pasaba horas fabricando chocolate junto a su hermana Olga.

La fábrica se llamaba Monte Líbano y atendía todos los días, especialmente los fines de semana. Aunque se podía comprar desde alfajores a bombones, la especialidad era el chocolate en rama, mientras que con el tiempo y para hacerle frente a los meses de calor, incorporaron postres árabes y delicatessen.

Pero pese a que se convirtió en uno de los lugares pintorescos de la ciudad, la cabaña recibió críticas de los paisajistas porque decían que no encajaba con las construcciones de estilo moderno que la rodeaban. "Para mi era una casita hermosa y dentro del bosque de pinos, encajaba perfecto. Los años, el apoyo de los clientes e incluso de algunos vecinos de la calle Laprida, a la vuelta, nos terminaron dando la razón’, contó Nacusi.

Con el inicio del nuevo siglo, la chocolatería ya no pudo sostenerse por sí misma. Y tras un breve parate, mutó a confitería. Así subsistió hasta el 2009, cuando a Nacusi le llegó una notificación del Ministerio de Infraestructura para que "prescindiera de la actividad comercial hasta nuevo aviso, ya que iban a remodelar el sector", dijo. Sin embargo, las obras fueron sólo en el museo, ya que hacia el Oeste no hubo cambios; hasta ahora. Pese a los intentos, este diario no pudo contactar a las autoridades de Infraestructura para obtener una opinión.

"Vamos a seguir esperando. Si me autorizan a volver a funcionar, me gustaría poner un local de venta de productos regionales. Y voy a ofrecer que como anexo, el Gobierno instale una oficina de turismo", adelantó el hombre que le dio al Parque su fábrica de chocolates.