La fiesta religiosa popular en honor a Santa Bárbara, celebrada en estos días en el desértico paraje de Mogna, en Jáchal, posee característica de peregrinación religiosa. En relación a esta categoría sacra el antropólogo peruano Manuel Marzal expresa que: "la peregrinación tiene una dimensión regional y a menudo un carácter más religioso que la fiesta. La peregrinación se organiza (…) para dar culto a alguna imagen venerada (sobre cuyo origen suele repetirse algún mito o leyenda) (…) se peregrina para agradecer o "pedir milagros+, para cumplir "promesas+ y porque en el santuario parece más fácil el contacto con lo divino; pero hay a menudo también motivos de orden recreativo o turístico, y aún de intercambio económico, pues hay bastantes lugares de peregrinación que se convierten en ferias regionales+.

Otros especialistas apuntan que la peregrinación representa geográficamente, la más significativa forma de conducta religiosa. También en cierta manera es forjadora de cambios en el paisaje cultural, como la construcción de nuevas estructuras o edificaciones aptas para acoger a los devotos, aunque sean transitorias. Estos rasgos se advierten plenamente en la fiesta que hacemos alusión.

Mogna, lugar situado en una zona agreste y apartada de la Ruta 40, se convierte en un centro devocional, al que se accede por los caminos tradicionales, últimamente se transita por la vía más cercana a Jáchal por ser la más corta, pero también los peregrinos, especialmente los pertenecientes a agrupaciones gauchas, cofradías o devotos comunes; van a cumplir o agradecer una promesa por caminos alternativos, como es el que parte de Albardón, continua por los baños de El Salado, sigue por el Alto de Mogna, para finalmente arribar al templo.

En el derrotero existen puntos de descanso, donde se han levando piletones con agua, donde beben los cansados caballos de aquellos jinetes que tardan varias horas en trasponer esta suerte de travesía. Además hay que considerar la dimensión turística que posee esta festividad, pues el peregrino realiza un traslado de ida y vuelta, desde el punto donde vive habitualmente, hacia el sitio religioso y viceversa. En el caso de la fiesta a Santa Bárbara existen estos ingredientes, con rasgos particulares. Usualmente el promesante pernocta a cielo abierto, en su misma movilidad o en lugares precarios, como ramadas o refugios temporarios. En general el establecimiento del creyente tiene mucho de folclórico, en cuanto está fuera de todo confort del mundo moderno, a lo que se suma el calor sofocante del mes de diciembre.

Estas vivencias son una forma de sacrificio, según el relato de algunos devotos, que lo ofrecen a Santa Bárbara, y forma parte de la promesa que realizan. La parte recreativa se exterioriza en la gastronomía, bailes que se solían o suelen realizar, la música popular, entre otros componentes más.

(*) Magister en Historia.