En 1961, cuando pisaba los 20 años Wasington Díaz, un sanjuanino nacido en Rodeo, Iglesia, emprendía una aventura hacia Río Gallegos en busca de trabajo sin imaginarse siquiera que las únicas amonestaciones que pondría en toda una vida como preceptor serían para Néstor Carlos Kirchner, que más tarde se convertiría en intendente y gobernador en Santa Cruz y hasta presidente de los argentinos.
Pero no fue el único sanjuanino que siguió de cerca la vida escolar de Kirchner ya que Roberto Godoy, además de preceptor en el Colegio Normal Nacional República de Guatemala -donde Néstor dio sus primeros pasos en política- también fue su profesor de matemáticas.
Ninguno de los dos sanjuaninos, que le reconocen a Kirchner cualidades de líder innatas, jamás se imaginaron que ese chico "alborotador, desprolijo y sin dotes para la oratoria", llegaría algún día a ocupar el sillón de Rivadavia.
"Él como ya había pasado toda la primaria allí, en la secundaría se sentía con derecho a mandar a los más chicos. A raíz de esto fue que un día intentando ponerlo en su lugar me dijo una mala palabra y no me dejó otra alternativa que amonestarlo. Hoy no recuerdo cuántas amonestaciones le puse, pero me dolió en el alma porque fueron las primeras y únicas que puse en 35 años como preceptor", cuenta Díaz que regresó a San Juan para conmemorar las bodas de oro como de egresado de la Escuela Rogelio Boero.
"Fue un hecho excepcional porque, en general, era un alumno sin problemas de disciplina", agrega Díaz.
"En sus cinco años en el colegio República de Guatemala fue delegado estudiantil y siempre tuvo vocación de ayudar a los demás. Era un alumno del montón, no sobresalía por su notas pero su inclinación por la política se brotaba por los poros. Era el alumno "monitor" como se le decía antes. Es el que se encargaba de borrar el pizarrón, de traer las tizas, repartir pruebas, etc. Es decir, el que llevaba la batuta de su grado", relata, por su parte, Godoy.
El docente sanjuanino, que regresó a vivir a su provincia natal recuerda que a pesar de no ser un orador, Kirchner sabía contagiar al grupo que lo seguía incondicionalmente a todos lados. "Todos en Río Gallegos los conocían porque era un poco alocado", sostiene Godoy.
En tren de anécdotas, Wasington y Roberto resaltan que cuando asumió su primer período como gobernador no pagó el sueldo a los estatales porque la provincia estaba quebrada. "Nos dijo que nos arregláramos como pudiéramos, que pidiéramos fiado al carnicero y al verdulero porque durante su primer mes de gestión no pagaría a nadie, si él cobraría su sueldo. Nos hizo sufrir, pero comenzó a poner en pie la provincia y cuando le ganó el juicio a YPF por las regalías petroleras -los polémicos fondos depositados en EEUU- a todo el mundo le pagó un aguinaldo entero en julio y otro en diciembre", relatan.
Al terminar sus estudios, Kirchner egresó como maestro del Colegio Provincia de Guatemala y se mudó a La Plata para estudiar abogacía.
"Cuando se recibió, regresó con Cristina para acentarse en Río Gallegos, pero nadie le quería dar laburo porque la imagen que tenían de él era como el loquito que se fue hace unos años. El único que se animó a darle empleo fue el estudio jurídico del "Chacho" Ortíz de Zárate. Pero le dio el departamento más feo: el de incobrables", relata Roberto.
"Le dieron mandato de apegarse a la ley y él la aplicó a rajatabla. Le dejó el departamento de incobrables al día. Y muchas de esas casitas y departamentitos, con sus ahorros y lo que alguien le habrá prestado comenzó a comprar. Antes de ser intendente ya contaba con 50 inmuebles de los cuales se patinó diez para la campaña de intendente. Ya siendo gobernador había ampliado sus negocios a otros rubros y tenía 27 casas alquiladas", prosigue Roberto.
Los sanjuaninos recuerdan a Néstor como un hombre que lograba todo lo que se proponía, un vecino más con su clásica campera marrón de cuero raído, que saluda a todo el mundo por igual, y al que era difícil sacarle la plata para que pagara un café. También recuerdan que publicitaba cada obra que realizaba en su gobierno.
"Nunca anunciaba que iba a hacer tal o cual cosa, la hacía. Te enterabas de los que estaba construyendo cuando casi la obra estaba terminada. Ahí decía, hice esto, eso y aquello. Construyó muchos gimnasios porque estaba convencido que el deporte sacaría a los chicos de las calles y del delito", narra Wasington.
También recuerdan su obsesión por los números y la economía. Siempre decía que él era su mejor ministro de economía. La esposa de Wasington trabajó en la Dirección General de Rentas por 30 años y cada día durante la gestiones al frente de la gobernación, Kirchner la llamaba para que le dijera cuánto había recaudado la DGI al final del día.
