Dicen que los clásicos no se juegan, sólo se ganan. Y tal vez para River ese fue el movilizador para terminar ganando con absoluta justicia una limitadísima versión del superclásico contra Boca. Lo ganó porque quiso ganarlo, disimulando flaquezas con mucho amor propio e intentando siempre ser el protagonista de un partido que tenía como plus la posibilidad de salvar un torneo que ya quedó en el olvido. Boca, con su interna cada vez más indisimulable a cuestas, fue presa de sus propias limitaciones y en aún en desventaja, no pudo resolver el sencillo planteo de River. Boca dio pena. River fue algo más. Por esa mínima diferencia, la justicia se vistió de rojo y blanco para terminar definiendo un clásico que muy pocos recordarán.
1 ACTITUD
Los que saben, suelen repetir que con actitud no se ganan partidos. Siempre hace falta algo más, un respaldo futbolístico para sostener esas ganar de ganar. Pero en la victoria de River poco tiene que haber habido de sustento futbolero porque fue más corazón que juego. Con destellos de Lamela, apariciones de Pereyra, chispazos de Ortega y la potencia de Pavone, a River le alcanzó. No brilló pero fue dueño de la pelota y en el primer tiempo convirtió en gran figura a Javier García. Todo un dato. Porque sin desplegar un fútbol de alto vuelo, los de JJ López generaron sus chances y manejaron el partido. En la segunda parte, acertaron en una pelota detenida y luego, fue refugiarse contra su área para dejarle a Boca el peso de revertir todo sin tener argumentos. River fue River, el de este presente que hace lo que puede y se mata para poder conseguirlo.
2 REALIDAD
Boca es crisis. Esa esa es su mejor definición. Adentro y afuera de la cancha. Cuando parecía que el timón adentro se llamaba Riquelme, Román se mancó apenas largó el clásico y eso, terminó desorientando al ya desorientado equipo de Borghi. No hubieron respuestas nunca. Ni colectivas ni individuales. Boca penó en el Monumental, desnudó sus profundas diferencias, demostró que para salir de este presente necesita cirugía mayor y urgente. Apenas la labor del arquero García terminó siendo lo único salvable, el resto para el olvido. Flojo atrás, superado en el medio y livianito en el ataque. Boca fue Boca. Este equipo que no contagia, que no juega y al que lo lastiman siempre. Boca, este Boca, tocó fondo y su gente lo sabe. Borghi nunca lo pudo armar, ahora el camino que se le abre puede ser otro.
