El general Juan Domingo Perón, presidente constitucional de Argentina, fue derrocado hace 60 años por una sublevación de sectores de las Fuerzas Armadas que instauraron una dictadura cívico-militar autodenominada Revolución Libertadora, que por medio de una férrea represión sentaba las bases de una proscripción de las mayorías políticas que iba a prolongarse durante casi dos décadas.
El 16 de septiembre de 1955 se inició una rebelión de varias unidades del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea en Córdoba, Corrientes, Bahía Blanca y en la Base Naval de Río Santiago, cercana a la ciudad bonaerense de La Plata.
Desde hacía por lo menos un año se vivía en el país un clima de abierta confrontación entre adherentes y opositores al gobierno de Perón, una situación que había alcanzado su punto más álgido con el bombardeo a Plaza de Mayo, un hecho ocurrido el 16 de junio de 1955 y perpetrado por pilotos de la Armada y la Aeronáutica. Ese hecho, que provocó más de 300 muertos en el centro de Buenos Aires, dejó en claro que los sectores sociales dominantes no escatimarían esfuerzos con tal de derribar a Perón, que ejercía la presidencia del país desde 1946.
Luego de que Perón fuera electo presidente por segunda vez, en 1952, empezó a asomar una crisis económica que no se detendría. En tanto, por la declaración de la conmoción interior que se había producido a raíz del fallido golpe militar de 1951, se había intensificado la censura y la presión sobre la oposición.
Esos sectores comenzaron a conspirar, entonces, para derrocar a Perón. Organizaron un golpe de Estado con la decisiva participación de oficiales del Ejército y principalmente de la Marina. Las razones del descontento anidaban en el creciente enfrentamiento de Perón con la Iglesia Católica debido a la sanción de una ley de divorcio y al permiso que habilitaba prostíbulos.
En verdad, la crisis económica había precipitado también la puja distributiva: el sector más rico y propietario, del campo o la industria, no estaba dispuesto a tolerar una distribución del ingreso semejante: el 50 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) pasaba a los trabajadores.
El 17 de septiembre, cuando la sublevación era un hecho, el gobierno impuso el toque de queda y la represión de las unidades rebeldes, en tanto que el almirante Isaac Rojas se puso al mando de una flotilla rebelde a la cual se le sumaron varias naves. Ese día se plegaron a los golpistas unidades de San Luis y Mendoza, y 48 horas después, Rojas atacó los depósitos de combustible cercanos al puerto de Mar del Plata, mientras el crucero 17 de Octubre (en poder de los rebeldes) se aproximaba a Dock Sud para bombardear la destilería.
Desde Córdoba, el general Eduardo Lonardi dirigía la rebelión y el día 19 logró entrar en conversaciones con los mandos que se mantenían leales a Perón para adelantar la renuncia del presidente. Al mediodía, Radio del Estado anunció que Perón renunciaba a su cargo.
Perón salió del país y se refugió en Paraguay, y Lonardi, como líder de la rebelión asumió la presidencia el 23. Pero este militar católico y nacionalista duró 52 días en el poder y fue reemplazado por Pedro Eugenio Aramburu, un general liberal que le imprimió al régimen un fuerte sesgo antiperonista.
Una de sus primeras medidas fue la promulgación del decreto 4.161, por el cual se prohibía la sola mención de Perón, de Evita y la utilización de los símbolos del Justicialismo, al tiempo que se intervenían los sindicatos y la CGT. Una huelga decretada en noviembre por la central obrera terminó con 9.000 obreros detenidos y se anuló la Constitución de 1949, lo que determinó que muchos simpatizantes del peronismo se sumaran a las filas de una resistencia.
En junio de 1956, militares de extracción peronista a las órdenes de los generales Juan José Valle y Raúl Tanco se rebelaron contra el gobierno de Aramburu con el propósito de reponer al presidente constitucional depuesto. Ese intento terminó con 32 fusilados entre militares y civiles.
Se iniciaba así un período de alta conflictividad social y política, con diversas intervenciones militares, y que estuvo directamente ligado a los 18 años de proscripción que padeció el peronismo, que volvió al gobierno en 1973, tras imponerse en elecciones libres.
