En todo el país se celebró de modo festivo el Bicentenario de la patria, con multitudinarias reuniones en las plazas principales de cada provincia. Según algunos cálculos, salieron a la calle seis millones de personas. En nuestra provincia más de 75.000 sanjuaninos se volcaron a las calles de nuestra ciudad para presenciar el desfile.

De parte de la gente el lenguaje de la armonía y la alegría resultó ejemplar: un idioma del que la política hoy poco entiende. Luego de 1983, la civilidad democrática se reencontró con sus fiestas. Durante unos años, la celebración patriótica se asoció con la exaltación del pueblo y de la libertad, los rituales se aligeraron y se aceptó que, en democracia, había muchas formas de celebrar a la Patria. La participación ciudadana retrocedió y las fiestas patrias fueron, gradualmente, apenas otro feriado más.

Con la celebración del Bicentenario, la dimensión festiva originaria se ha recuperado. Si algunos políticos quisieron sacar réditos de esta fiesta del pueblo debieran comprender que la gente no es de nadie, y por eso dio la lección de que ella no plebiscitó en la calle a ningún político del oficialismo ni de la oposición.

La ausencia de grandes figuras del deporte o de la cultura en las imágenes que reflejaron 200 años de historia argentina en el Cabildo fueron algunos de esos errores poco felices, al igual que cierto reduccionismo intencionado de algunos pasajes de la vida política del país.

La celebración del Bicentenario deja una lección: hay que recuperar el futuro, encontrando algunos mínimos comunes denominadores que permitan dejar de confrontar, dividir y separar a los argentinos. La ausencia de la Presidenta en el desfile militar por la Avenida 9 de Julio y en la función de gala del Teatro Colón, quedará en la historia como un error en el manejo del ceremonial y de los compromisos ineludibles de su investidura. También algunos desaciertos en los discursos como cuando recordó que hace 100 años no existían los derechos sociales, eso no fue por una deficiencia de la política argentina, sino de toda la civilización: la idea de derechos sociales, en 1910, no se había siquiera desarrollado, pues sólo apareció en 1917 con la Constitución mexicana de ese año y, en 1919, con la creación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). La celebración del Bicentenario deja una lección: hay que recuperar el futuro, encontrando algunos mínimos comunes denominadores que permitan dejar de confrontar, dividir y separar a los argentinos.