Desde que Juan Pablo II publicara la Carta Encíclica Evangelium Vitae sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana, el 25 de marzo de 1995, se recuerda y afirma el derecho a la vida de aquellos, los más pequeños e indefensos, que van siendo plasmados en el seno de sus madres, justamente por celebrarse ese día la solemnidad de la Anunciación del Señor Jesucristo, es decir, el momento en que el Señor se hace embrión humano en el seno purísimo de María Santísima por acción del Espíritu Santo, y así se hace niño por nacer.
Argentina declaró el Día del Niño por Nacer por decreto presidencial Nro. 1046, el 7 de diciembre de 1998, basándose en que la vida humana es el mayor de los dones, y tiene un valor inviolable y una dignidad irrepetible. El derecho a la vida no es una cuestión de ideología, ni de religión, ni de política. Los proabortistas le quieren hacer creer a la opinión pública que quienes defienden la vida del niño por nacer, lo hacen por ser "católicos conservadores, fanáticos y ultraderechistas", según sus propias expresiones. Resulta penoso que en nombre de un supuesto derecho de la mujer, se pretenda desconocer el derecho fundamental a la vida del niño por nacer. Se dice, efectivamente, que "la mujer tiene la libertad y el derecho de decidir sobre su propio cuerpo", olvidando que el niño que la madre lleva en su seno no es una porción de su organismo, sino un nuevo ser humano, una persona humana distinta al padre y a la madre. En el caso del aborto la mujer en realidad, no dispone de su cuerpo, sino que ejerce un dominio violento, injusto y arbitrario sobre una vida ajena.
El derecho argentino protege la vida del niño por nacer desde el momento de la concepción; sin embargo, crecen continuamente las presiones de los proabortistas para obtener un cambio en nuestro ordenamiento jurídico. Sectores ideológicos trabajan con persistencia -en el ámbito legislativo y mediático- para lograr que en Argentina se despenalice el aborto. Usando lamentables casos de violaciones de menores, en distintos sectores del país, los proabortistas sostienen la primacía de los derechos de la madre sobre los del hijo. Este movimiento reclama el derecho de la madre a poder matar a su hijo antes del nacimiento. Postura criminal y aberrante, en cuanto transforma a la mujer en asesina de su propio hijo.
Algunos hablan de la despenalización del "aborto sin riesgo" frente a la alta tasa de mortalidad materna por los abortos "clandestinos" no atendidos convenientemente, exigiendo por parte del Estado el acceso a los servicios de aborto sin riesgo por parte de personal sanitario gratuitamente. Podrán así morir menos mujeres, pero seguramente morirán muchos más nonatos, en los que ellos no piensan.
La pregunta que hacemos es la siguiente: "El ser concebido, ¿es un ser humano?". Y si lo es -como ha sido demostrado científicamente- entonces, ¿porqué matarlo?, ¿qué delito ha cometido? ¿Acaso no tiene derecho a la vida por pertenecer a la especie humana?
El primer derecho de una persona humana es su vida. No es el reconocimiento por parte de los demás lo que constituye este derecho, sino que el mismo emana de su naturaleza humana y exige ser reconocido. Negárselo es totalmente injusto. La sociedad debe respetar tanto la vida del anciano, del enfermo, del niño, como del embrión humano. El respeto a la vida humana es algo que se impone desde que comienza el proceso de la gestación. Con la fecundación, queda inaugurada una vida que no es ni la de la madre, ni la del padre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo.
La razón humana excluye el derecho a matar directamente a un inocente. Ninguna de las razones propuestas para justificar el crimen del aborto puede dar derecho a disponer de la vida en sus comienzos. Entonces, por idénticos motivos por los que los padres no pueden matar a sus hijos ya nacidos, tampoco pueden hacerlo con los que están aún en gestación.
