Tiene un oficio de antaño, de esos que eran comunes en las épocas en que los objetos se fabricaban para durar por siempre. Al frente de uno de los últimos talleres de cromado artesanal que existen en la provincia (hay sólo tres y este queda en Desamparados), Raúl Navarro hizo de su oficio un arte que da vida a los objetos antiguos. Mediante la técnica de galvanoplastía, consiste en la electrodeposición de un metal sobre una superficie para mejorar sus características, renueva piezas de motos y autos antiguos como paragolpes, tapas de válvulas y rejillas, todos elementos que en la actualidad se fabrican en plástico. A su vez las viejas camas de bronce de la época de las abuelas, quedan como nuevas mediante sus técnicas de pulido y barnizado, así como también las arañas colgantes de bronce y hierro, valoradas por anticuarios y decoradores. En definitiva una larga lista de objetos de colección adquieren un nuevo aspecto bajo las manos expertas de Raúl.

Con 42 años de experiencia en el rubro, su vida está ligada a la del taller fundado 60 años atrás por Manuel “Lalo” Navarro, su papá, quien falleció recientemente a los 90 años y trabajó en el lugar mientras lo permitió su salud. Porteño de nacimiento y sanjuanino por opción, don Lalo llegó desde Buenos Aires con experiencia vinculada al rubro. Era pulidor de manijas de bronce para puertas y con esos conocimientos se instaló en San Juan, forjó su familia e instaló un localcito que luego se convirtió en el actual taller de cromado.

Cuando Raúl tenía trece años llegó el planteo que definiría su vida: “Estudiás o trabajás en el taller!, me dijo mi papá, como era vago para los libros opté por la segunda y hoy no me imagino haciendo otra cosa, llegué a trabajar en una fábrica de máquinas agrícolas pero duré solo un día y volví al taller otra vez”, contó Navarro.

Esos primeros tiempos serían clave para incorporar los conocimientos y secretos del oficio. Según la fuente, básicamente se trata de un proceso en el que la pieza se somete a baños electrolíticos para lograr la deposición del metal en el objeto. Para ello se utiliza níquel, que se importa desde Canadá, cobre y cromo; los que van intercalándose en los diferentes baños hasta obtener el resultado final (ver pasos). Desde el punto de vista electroquímico el proceso puede resumirse como el traslado en forma de iones metálicos desde un ánodo (carga positiva) a un cátodo (carga negativa) a través de un medio líquido (electrolito), compuesto fundamentalmente por sales, como resultado de aplicar una corriente eléctrica en un dispositivo o reactor que constituye un circuito eléctrico. “Los tiempos varían según el tipo y el tamaño de la pieza, entre baño y baño, la pieza se deja secar y se abrillanta”, explicó Raúl.

A lo largo de los años la experiencia de este protagonista debió adaptarse a los requerimientos de los clientes y hacer uso de su creatividad. Muchos encargos fueron insólitos e implicó la refuncionalización de objetos que hasta el momento habían permanecido arrumbados en el desván de alguna casa. Este fue el caso de una de una bomba de extracción de agua de principios del siglo pasado, que se la acercaron para que la convirtiera en una lámpara de pie; “era de hierro fundido y el vástago de bronce, hice algunos reemplazos buscando un caño antiguo y la verdad que quedó buenísima”, recordó Raúl. “En otra oportunidad una señora me trajo un par de ruedas de carretela con las que quería hacer dos arañas de diez luces cada una. Desarmé las ruedas, pulí las maderas, arené y barnicé el aro de hierro, quedó espectacular”, agregó.

Actualmente los días de Raúl se reparten entre su trabajo en el taller, sus hijos y sus nietos. A veces su hijo mayor le ayuda en algunos trabajos, pero en la mayoría de los casos las piezas tienen su trato detallista y personalizado. “Este es un trabajo de artesano, muy meticuloso y en el que aprendo todos los días”, dijo. Al igual que su papá se imagina llegando a viejito, creando y arreglando objetos para el recuerdo en el taller de cromado.