Cuatro años de espera. Horas de ansiedad, muchas ilusiones y esa promesa de revancha que siempre da el fútbol, se le dieron en una sola noche a Sportivo Desamparados. La noche en la que goleó por 3-0 a Independiente Rivadavia en la Primera B Nacional. Ese sueño, ese anhelo de su gente, se hizo realidad en una noche que estará grabada por mucho tiempo para el pueblo puyutano porque llegó en el momento justo, cuando más lo necesitaba, para poder enderezar su rumbo en la categoría, subir en la tabla de promedios y demostrarse que puede. Todo junto. Todo como lo soñaron varios.

Pero hubo un clásico en el que Sportivo Desamparados hizo lo justo y necesario para ganarlo. Fue sólido, ordenado, simple y solidario en todas sus líneas para neutralizar los nombres de Independiente Rivadavia y para lastimarlo cuando fue necesario. Así lo ganó. Con absoluta justicia.

En el comienzo, el primer golpe que casi fue de nocaut lo dio Sportivo. Iban apenas 9 minutos de partido y Drocco llegó hasta el final por la derecha, para meter ese centro exacto al primer palo donde Walter Cuevas, en un sensacional anticipo, definió al primer palo de Taborda para abrir el marcador. Ese 1-0 parcial no hizo más que desorientar a La Lepra y agrandar a Sportivo. Los volantes sanjuaninos se pararon bien, no dieron espacios para que juegue Independiente y en la contra, cada ataque puyutano complicaba más y más a un dudoso fondo mendocino. A los 32’, Anívole salió rápido en el contragolpe, lo bajaron en la puerta del área y Drocco, con un remate exquisito, convirtió ese tiro libre en el segundo gol. El del nocaut para La Lepra. Es que el conjunto de Dillon no se recuperó más. Hubo un intento del entrenador mendocino de rearmar el medio y encontrar algo de profundidad con el cambio de Caballero por Recalde pero poco le resultaría.

En la segunda parte, Independiente salió apurado. Obligado al descuento cuando más lo necesitaba. A los 3’ lo tuvo Caballero, a los 5’ Barth salvó en la línea un remate de Ferradas. Ese fue el mejor momento mendocino pero lentamente se fue quedando sin presión, sin potencia y Desamparados se preparó para liquidarlo.

A los 14’ Reinoso pudo haberlo resuelto, pero desvió su remate increíblemente. Luego, Barth cabeceó apenas por encima del travesaño. Y llegó el minuto 23’ en el que se terminó el clásico. Porque Caballero -lleno de impotencia- le dio duro a Díaz y se fue expulsado y en la jugada siguiente, Santiago Ceballos puso el 3-0 tras una contra que manejaron muy bien los jugadores sanjuaninos.

Todo lo que quedó fue para el éxtasis de los hinchas de Desamparados. Es más, si Lamberti u Oga hubieran estado finos en sus definiciones, el resultado podría haber tenido otro decorado. Pero no fue así. Quedó el tablero en ese 3-0 a favor que tanto añoró el pueblo puyutano desde aquel inolvidable 2007 en el que se quedó sin chances de ascenso. Era el momento de la revancha. De su revancha. Se la dio el fútbol y no un escritorio ni una denuncia. Fue jugando. Como lo querían todos en Desamparados. Como lo pudo hacer frente a un Independiente Rivadavia que nunca se pudo acomodar en el Bicentenario y terminó derrotado. Pasó el partido del año para Sportivo y el sabor de la revancha es suyo.