La competitividad económica global no sólo busca innovar con productos de excelencia sino una exclusividad resguardada por normas que garanticen una oferta única y diferenciada. Así surgieron las denominaciones de origen, tan bien consideradas internacionalmente, como ocurre en las bebidas, caso del champán francés o el pisco chileno. Pero también existe identificación geográfica para otros productos alimenticios, como los quesos europeos cuyas réplicas de otro origen no pueden tener la misma denominación.

Se suma ahora a este reducido ámbito de exclusividades, el salame típico de la localidad cordobesa de Colonia Caroya, el primer alimento argentino en obtener la identificación geográfica del producto. Lo resolvió el viernes último la Comisión Asesora de Denominación de Origen (DO) e Indicación Geográfica (IG) del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, ante el pedido del municipio cordobés y los elaboradores del clásico chacinado de dicha localidad.

Con la identificación del sello de origen para el salame caroyense, los productores locales podrán de ahora en más proteger un producto típico de las numerosas imitaciones fabricadas en diversos puntos de Córdoba y en otras provincias, y rotulados como los artesanales de la Colonia que ya tienen la resolución publicada en el Boletín Oficial de la Nación.

Pero un Certificado DO no sólo asigna una legitimidad de imagen con proyecciones que pueden ser turísticas, por ejemplo, sino una herramienta que en el mundo tienen varios productos de este tipo para gozar de preferencias arancelarias negociadas al demostrar que es un bien originario de un país y no producto de una triangulación.