Cuando la sociedad debate en estos días la trascendencia de los derechos humanos y las reivindicaciones en nuestro país en el marco de una sociedad justa y sin discriminaciones, no se ha recordado con la amplitud que merece la fecha destinada a la contención de las personas con síndrome de Down.
Esta alteración genética causada por la presencia de una copia extra del cromosoma 21, o una parte de él, en vez de los dos habituales llamados trisomía del par 21, no es una enfermedad sino una causa que genera personas diferentes en general, con una discapacidad cognitiva psíquica congénita. Las personas con síndrome de Down no son todas iguales, ya que como cualquier otro individuo, tienen gustos, talentos para ciertas tareas, dificultad para otras, defectos y virtudes que van desarrollando a lo largo de su vida.
Por ello es fundamental la comprensión y contención familiar, a la que deben sumarse los apoyos profesionales de manera que puedan desarrollar todo su potencial de aprendizaje y lo lograrán como el resto de los niños, aunque más lentamente. Es así que los especialistas coinciden en señalar que el síndrome de Down no es una patología sino una condición derivada de una alteración genética de nacimiento. Sólo se necesita ayuda adicional y tiempo para que se complete el desarrollo físico e intelectual.
Muchos chicos Down terminan la secundaria en una escuela común, pero por la incomprensión y discriminación existente, muchos colegios les niegan el derecho a una educación inclusiva.
Estas personas especiales tienen leyes que las protegen, organizaciones que las ayudan y empresas solidarias que las emplean, pero el rechazo discriminatorio generalizado es la peor afrenta.
