Existe en Perú, sobre la costa central-sur del Pacifico y emplazado en la localidad de Ica, un sitio que tiene el curioso nombre -por lo menos para nosotros- de Cachiche. Está situado a pocos kilómetros de la capital de la nombrada ciudad. Este pueblo tiene una historia con una faceta sobrenatural, relacionado con la existencia de brujas, hasta se erigió una estatua en recuerdo a ellas. Los textos, tantos on-line como libros de antropología y de índole folclórico, nos brindan cantidad de datos y anécdotas sobre este tema, que fue muy útil y explotado por cierto, por la faceta turística.
Los filólogos en su mayoría expresan que el vocablo ‘cachiche+ es de origen quechua, atribuyéndole varios significados. Como la cultura es dinámica, y el lenguaje es parte de ella, en nuestro medio hasta no hace muchos años el término ‘cachiche+ tenía una connotación regional. Se decía o se dice aún, que cachiche era aquella persona de la que se abusaba de su buena predisposición, mandándola a realizar variadas tareas, y ella siempre dispuesta obedecía las órdenes o el mandato sin ninguna objeción. Era común escuchar esta palabra especialmente en las zonas rurales.
De acuerdo a posteriores investigaciones filológicas, el término se utiliza en la zona de Cuyo y se vincula la época de la vendimia. La investigadora local Aída González, en su diccionario sobre la vid y el vino expresa que cachiche es la ‘persona que colabora en la cosecha (…) Por lo común son los niños quienes buscan los recipientes para recoger los granos que caen mientras los hombres y mujeres cortan los racimos…+. Esta apreciación igualmente la encontramos en antiguas crónicas periodísticas que datan por lo general de la década del ’40 y ’50.
En un artículo posiblemente escrito por Rogelio Díaz Costa, pues está sin firma, habla de los cachiches. Apunta justamente que es el niño que en época de la cosecha de uva ‘a todos les pasa agua en un pichel o chifle, aprendió el oficio de cachiche pero conservó el alma de niño…’. Continúa diciendo que en toda cuadrilla que cosecha tiene un cachiche o varios, quienes llevan ‘canastos con comida por los callejones (…) Está en todas partes, pasando la ‘botija’ del cosechador en los parrales (…) Cuando la siesta encendió la sangre bajo los parrales, él se tiró a dormir (…) En la noche se refugió junto a su madre, rendida de cortar racimos…’.
