La simpatía de esa princesita de tres años que tiene el matrimonio de ciclistas compuesto por Carla Alvarez y Jorge Pí, Priscilla, es la medalla de oro más preciada de dos luchadores que año a año siempre inscriben su nombre en los podios de los Campeonatos Argentinos de Pista.

Ayer, a primera hora de la mañana, Carla, primero y Jorge, después, salieron a correr las finales de la Persecución. Minutos antes que largara su madre, arribó a la pista puntana, la hija de ambos. La trajeron sus abuelos paternos, con quienes ha estado viviendo los últimos diez días, esos en que sus progenitores estuvieron concentrados en la capital de San Luis.

"Se extraña mucho", contó la orgullosa mamá, quien explicó que en esta ocasión fueron sus suegros quienes cuidaron a la nena. "En otras ocasiones vienen mis padres de Buenos Aires, pero esta vez no pudieron", agregó.

Jorge, por su parte, habló menos que su señora pero se dedicó a retribuir con besos y abrazos las expresiones de cariño de su hija, quien lo acompañó en la coronación.

Los dos se mostraron conformes con respecto a sus carreras. Carla contó que estaba muy feliz porque volvió a hacer la Persecución después de mucho tiempo y no desentonó para nada. "Creo que hice una buena carrera, este velódromo es muy exigente, distinto al que habitualmente entrenamos nosotros. Quedé a un segundo del oro".

Jorge confesó que había trabajado para ser campeón, pero se rindió ante la evidencia del presente de Antogna. "Hice una carrera acorde a la importancia, me tranqué un poco a la mitad y después cuando me solté, en las últimas cuatro vueltas, era imposible descontar tanta ventaja y aflojé. El año que viene insistiré de nuevo".